Una llovizna ligera cae sobre la , en el corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México; las gotas se mezclan con el humo que flota y se percibe un olor penetrante inconfundible: aquí se está fumando marihuana, a plena luz del día.

A unos metros de la entrada principal del Museo Memoria y Tolerancia, decenas de jóvenes han convertido el paso peatonal en un punto de reunión improvisado, una donde la música a todo volumen desde una bocina portátil no da tregua las tardes y noches sabatinas.

Al pasar se ofrecen “churros” —¿Qué buscas, amiga? ¿Quieres algo para relajarte?”— Las lonas de plástico cubren algunos puestos que venden pipas de colores, encendedores con hojas de cannabis impresas, camisetas, dulces y hasta galletas con marihuana. Otros simplemente se sientan sobre la banqueta, en grupo, compartiendo un churro, riendo, bailando, viendo pasar a los transeúntes que, en su mayoría, intentan esquivar el corredor tomado.

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Las familias que van acompañadas con niños prefieren bajarse la banqueta y caminar por la ciclovía para evitar el contacto. Algunas personas cruzan apuradas, tapándose la nariz.

La escena se repite y repite, es un campamento urbano, sin vigilancia y sin orden.

No hay policías, más que una que pasó caminando del otro lado, ninguna patrulla de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) se asoma por la zona, el consumo de marihuana es tolerado en la Ciudad de México desde hace años.

Enfrente, la Alameda Central luce pacífica, pero apenas unos metros separan el espacio familiar y turístico del humo.

No se trata de una manifestación. No hay permisos visibles, pero sí una rutina repetida: jóvenes que llegan, se instalan, consumen, venden, permanecen.

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El mensaje en las lonas es claro: “Hijos del cannabis”. Pero el escenario no es un festival, ni un plantón, ni un acto político. Es simplemente una zona ocupada, donde reina el sonido de la música y el olor de la hierba verde.

La música suena a todo volumen, como si en plena Avenida Juárez se estuviera celebrando un concierto. Algunos bailan solos, otros en grupo, mientras el humo de la marihuana se eleva entre risas y gritos conforme llega la noche.

A unos calles de distancia, se localiza otro punto tolerado para el consumo de la marihuana que está afuera de la estación del Metro Hidalgo, sobre Paseo de la Reforma.

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Hace unos días el secretario de Gobierno de la Ciudad de México, César Cravioto, aseguró que la administración capitalina se encuentra en pláticas para recuperar puntos donde actualmente ya no se consume, sino se realiza venta de marihuana de manera informal, como los alrededores de las estaciones del Metro Hidalgo y Pino Suárez. Algunos se han recuperado como el que se situaba en la Estela de Luz, en Reforma y Chapultepec, donde durante la semana se instaló un Pilares provisional para desarrollar actividades lúdicas.

También César Cravioto ha señalado que incluso los propios dirigentes del movimiento cannábico han reconocido que estos espacios “se les han salido de control” y que ya no son seguros.

En junio pasado, la jefa de gobierno, Clara Brugada, dijo que estos espacios son tolerados, mientras no rebasen ciertos límites, el cual es la venta de droga porque ya dejan de ser espacios de libertad.

Mientras, el humo de la marihuana, todos los días, pero principalmente, las tardes y noches sabatinas, sigue expandiéndose por la Avenida Juárez con más fuerza y música con alto volumen.

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