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Nezahualcóyotl, Méx.— “No derramen lágrimas por mí, al contrario, empiecen con una sonrisa en mi memoria y en mi nombre, no tengan miedo de morir, pues los estaré esperando en el cielo”, está escrito en una de las tumbas del panteón municipal de Neza, que recibe a los habitantes que visitan durante la celebración del Día de Muertos a sus familiares que se adelantaron al viaje sin retorno.
Ahí también estuvo Rafael, integrante del grupo norteño Horizonte, cantándole a su carnal Cumberto Mundo, quien murió hace un año y dejó de ser parte de esa agrupación musical.
“Te vas ángel mío/ ya vas a partir/ dejando mi alma herida y un corazón a sufrir/ te vas y me dejas un inmenso dolor./ Recuerdo inolvidable me ha quedado de tu amor”, entonó acompañado de otros dos músicos que llegaron para honrar este día al Cumbias, como le decían de cariño a su compañero.
En la ofrenda del Cumbias no podían faltar las chelas que tomaba para afinar la garganta de tanto cantar y cantar. Una falla pulmonar acabó con su vida y desde hace más de 14 meses yacen sus restos en el cementerio municipal.
Antes de que el trío norteño cantara en las tumbas de otros difuntos, el acordeón, la guitarra y el tololoche estuvieron en la de él: “Con todo el cariño para ti, carnal, aunque vemos que estás mejor atendido que nosotros porque tienes tus cervezas, esta canción va para ti”, dijo Rafael antes de empezar a interpretar Te vas ángel mío.
Para Lucía Rodríguez López, estas fechas son muy dolorosas, porque perdió a su hijo mayor hace algunos años y aún le llora en su tumba cada vez que lo visita.
“Vengo a ver a mi hijo, hace tres años que falleció y parece que acaba de ser [ayer], él murió de diabetes, murió a los 48 años. Era mi hijo el mayor, vengo seguido a verlo, es lo único que me queda venir a verlo nada más, porque a él ya no”, contó entre sollozos.
La mañana de este 1 de noviembre el camposanto de Neza fue muy silencioso para los que a esa hora se animaron a visitar a sus seres queridos. La mayoría aprovechó la estancia para limpiar las tumbas, llevarles su comida y bebida favorita.
Otros aprovecharon la tranquilidad matinal para hablar con ellos, para reír de alguna anécdota o para llorar frente a su foto y otros para ponerles la música que también les gustaba oír en vida.
Gerardo Martínez llegó acompañado de su familia para estar un rato con su padre, quien apenas murió en febrero pasado de una enfermedad crónica a los 83 años. Le pusieron las canciones que solía cantar y bailar. “Es dolor todavía, es parte de la familia, no se resigna uno tan fácilmente”.
La dualidad impregnó el camposanto, dolor y alegria se combinaron. Muchos aún lloran a los que se fueron, otros rieron y festejaron con ellos... sus difuntos.
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