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En Paseo de la Reforma se encuentra uno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad de México: "El Moro". Ubicado en el número 1 de la avenida más importante del país, "El Moro" es la antigua sede de la Lotería Nacional y un referente para todos los mexicanos.
De acuerdo con el libro "Lotería Nacional Páginas de su Historia" (Campos Rivera Rafael, 2007), fue inaugurado el 28 de noviembre de 1946 y es considerado uno de los primeros rascacielos edificados en el entonces Distrito Federal (hoy Ciudad de México) a cargo de los arquitectos Manuel Ortiz Monasterio, Bernardo Calderón y Luis Ávila. La edificación recibió el nombre de "El Moro" por su parecido a una tienda morisca.
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Construido con acero, concreto y cristalería, tiene una altura de 85 metros, 18 pisos, un estilo Art decó y cuenta con cinco elevadores.
Este representativo edificio quedó dañado con el sismo del 19 de septiembre de 2017 y hasta el momento, sigue sin ser restaurado. Trabajadores de la Lotería Nacional que accedieron a hablar con EL UNIVERSAL, recordaron el terror que vivieron ese día.
“Algunos compañeros salieron cubiertos de sangre”
La Lotería Nacional tuvo distintas sedes desde su creación, hasta que en 1993 adquirió este inmueble que fue la casona que perteneció a don Ignacio de la Torre y Mier, esposo de Amada Díaz, hija de Porfirio Díaz Mori.
Desde su construcción, de acuerdo con el "Dictamen Técnico de Seguridad y Estabilidad estructural realizado en diciembre 2022", esta obra se ha enfrentado al suelo fangoso e inestable de la Ciudad de México, por ello, "El Moro" está construido mediante un sistema de flotación elástica que permitió que el edificio contara con un aislamiento sísmico óptimo que incluía una cimentación de 180 pilas de concreto y acero a una profundidad de 55 metros. Era de dominio popular su resistencia a los sismos... hasta el del 17.
Este inmueble marcó el inicio de la tecnología en construcciones mexicanas respecto a rascacielos en suelos fangosos y zonas sísmicas. Además, fue el primero en el mundo en ser construido mediante dicho sistema.
Sin embargo, durante los sismos de 2017 y 2022, se vio afectado con grietas y desprendimientos en muros.
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Carlos Rodríguez Durán, trabajador de la Lotería Nacional desde hace 18 años, narró a EL UNIVERSAL su experiencia durante el sismo del 19 de septiembre de 2017 el cual tuvo una magnitud 7.1 y cuyo epicentro se localizó a 12 km al sureste de Axochiapan, Morelos, según el Servicio Sismológico Nacional.
Carlos era encargado de seguridad y su labor consistió en abrir diversas puertas estratégicas para que el resto de los empleados pudiera evacuar el edificio por escaleras auxiliares, sin embargo, por la rapidez de los hechos, varias no fueron abiertas.
Para el trabajador fue un momento estresante, lleno de adrenalina: “No se escuchó la alerta sísmica hasta que inició el temblor”, recordó.
“Dentro del edificio, hay una escalera de caracol a la que llamamos ‘El Cuerno de la Abundancia', la cual es pequeña y llega un punto en donde sólo cabe una persona, por lo que fue sumamente complicado que todos los trabajadores bajaran. Algunos compañeros salieron cubiertos de sangre porque se cayeron macetas y otros presentaron crisis nerviosas”, relató.
Una vez afuera del edificio, Rodríguez explicó que apoyó a muchas personas que se encontraban sobre Paseo de la Reforma y él “sólo esperaba a ver cuál edificio se caía, El Moro o El Mixteco”.
“La tierra tronaba como cavernas, similar a tirar una piedra a un pozo y escuchar cómo rebota una y otra vez. Pensé que se hundiría el edificio y me pareció eterno el sismo, cuando pensaba que ya se había detenido, volvía con más fuerza”, comentó.
“Oyes que todo truena, todo cruje”
Por su parte, José Alabarda, encargado del almacén de billetes y brigadista de la Lotería Nacional, vivió el movimiento telúrico mientras surtía billetes a los vendedores.
Para él, el miedo a que el edificio cayera fue intenso, pues su lugar de trabajo se encuentra en una especie de “laberinto” en donde debe cruzar varias puertas para salir. Además, por el piso en el que se encontraba, él y sus compañeros sólo pudieron replegarse a la pared.
Reiteró que el hecho de que la alarma sísmica no sonara en el momento indicado fue un factor que produjo nerviosismo.
“Oyes que todo truena, todo cruje, incluso, aquellos escritorios que nunca se han podido mover, lo hicieron”, narró.
“Gracias a Dios sólo fue el susto”, finalizó.
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