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“Si se cae la Torre Latinoamericana , se destruye la ciudad”, considera el ingeniero encargado del mantenimiento de este edificio, Víctor Hugo Ariceaga Paredes.
Sonríe al recordar que “hay muchos mitos” sobre la construcción de esta torre : “No existen resortes, ni gatos hidraúlicos en los pilotes, ni existían”. La torre simplemente flota.
Uno de los consultores externos que participó en el diseño de la obra civil del inmueble fue Karl von Terzaghi, conocido como el padre de la mecánica de suelos.
La torre tiene tres sótanos que funcionan como un barco en el agua. La construcción se encuentra sobre 361 pilotes de concreto reforzado, enterrados a 33 metros de profundidad.
“No hay resortes, aquí hay un sistema hidráulico , que consiste en que el cajón de cimentación está flotando sobre el agua del manto freático. Se habla de balines, se habla de resortes; pues no, es como el casco de un barco flotando”, explica.
Esto hace que en un temblor, el edificio no se mueva como péndulo, sino como víbora, en sentido opuesto a las ondas sísmicas.
El “sistema nervioso” de la Torre Latinoamericana se ubica dentro del “barco”, en donde hay tres sistemas de bombeo con diferente presión para abastecer a los 44 pisos de agua.
“Fue el primer edificio diseñado dinámicamente, porque no sólo trabaja por cargas verticales. Se prevén los esfuerzos accidentales, como los sismos y el viento, que generan empuje entre las fachadas y los pisos —en el caso de los sismos. Si estos esfuerzos no se prevén van a crear el colapso del edificio”, señala.
De inmediato detalla que tendría que registrarse un sismo superior a nueve grados Richter para preocuparse. El esqueleto de la torre es de acero, y este material también contrarresta los movimientos provocados por terremotos.
Al fondo del sótano se pueden observar aún las calderas que sólo funcionaron 20 años, y suministraban agua caliente a los pisos. Hoy su uso representaría un riesgo por la cantidad de diesel que ocupan.
Como parte de las medidas de seguridad del edificio, se evita utilizar gas y los sistemas son totalmente eléctricos, incluidos los del piso 38 hacia arriba.
El piso 14 es considerado “zona de riesgo”, ya que de ese punto hacia arriba la estructura se adelgaza. Pero Ariceaga considera que el diseño arquitectónico es muy seguro, pues responde al principio de las pirámides.
Ante una emergencia, se echan a andar tres motores de 45 caballos de fuerza, que garantizan que funcionen los sistemas de agua y luz. Pero desde 1956, cuando se inauguró la torre, no se ha instrumentado el manual de emergencia.
En el sismo de 1957, el Ángel de la Independencia se vino abajo, pero la torre siguió en pie. En 1985, un temblor de 8.1 grados Richter colapsó cientos de edificios en la capital y la Latino resistió. “Es indudable que la gente que construyó este edificio lo hizo muy bien desde su diseño. Nuestra obligación es que esto continúe lo mejor posible”.
lsm