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david.fuentes@eluniversal.com.mx
La modalidad de robo que está afectando a los capitalinos es el asalto a comensales de restaurantes y cafeterías. Este delito, según las estadísticas de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) capitalina, con base en las carpetas de investigación que se iniciaron este año, se disparó en comparación con 2016, donde los objetos preferidos de los delincuentes fueron los teléfonos celulares.
De acuerdo con la glosa entregada por la procuraduría capitalina a la Asamblea Legislativa de la Ciudad de México, se detalla que durante 2016 se registraron apenas 23 robos al interior de restaurantes, delito que se consideran de “bajo impacto social”.
Durante ese lapso el promedio de robos fue de tres por mes, mientras que en febrero no se registró un solo incidente; diciembre fue el más activo para los delincuentes, al cometerse cinco atracos. En ese mismo año, sólo se capturó a tres presuntos responsables, quienes estuvieron seis meses en prisión, pues el robo a comensales, a pesar de que irrumpen con armas de fuego y extrema violencia, no se considera como grave.
Debido esto, a decir de especialistas, esta modalidad de robo creció exponencialmente en 2017, las mismas estadísticas de la procuraduría capitalina indican que hasta octubre se cometieron 71 atracos con dicho modus operandi: este año el promedio mensual de robos fue de cinco.
Las cifras detallan que en enero se reportaron cinco robos; en febrero, siete; en marzo, nueve; abril cerró con ocho, para incrementarse en mayo al alcanzar 10 eventos delictivos; junio bajo a nueve y la tendencia a la baja continuó en julio, donde se abrieron seis carpetas de investigación.
En agosto y septiembre se mantuvieron con siete eventos, mientras que en octubre las denuncias bajaron y cerró con tres. Si la tendencia se mantiene en siete robos por mes, este delito impondrá un nuevo récord si además se toma en cuenta que en noviembre y diciembre el robo a restaurantes se incrementa.
Durante 2016 los robos se concentraron en las colonias Centro, Nápoles, Narvarte, Del Valle, Zona Rosa y el corredor Roma-Condesa; sin embargo, este año los delincuentes se diversificaron y expandieron su terror, pues el mismo método se visualizó en las delegaciones Coyoacán, Tlalpan, Xochimilco, Magdalena Contreras, Gustavo A. Madero e Iztapalapa.
La zona más afectada por estos delincuentes es el corredor Roma-Condesa, ahí los encargados de cafeterías, taquerías, restaurantes e incluso fondas abren todos los días con miedo y han invertido hasta 50 mil pesos en medidas de seguridad que no les brindan las corporaciones policiacas encargadas de garantizar el bienestar de empresarios y clientes.
La procuraduría capitalina reportó que en este año detuvieron a 20 personas relacionadas con este delito de las cuales 17 fueron vinculadas a proceso y precisó que el número de asaltos es mucho menor si se toma en cuenta que en la CDMX existen 53 mil 538 establecimientos dedicados a la venta de alimentos y bebidas.
Además de reforzar la seguridad privada con cámaras y elementos, los empresarios implementaron un método para que los delincuentes no se lleven el monto total de la venta, por lo que decidieron destinar una cantidad de dinero, como máximo mil pesos, para entregarlos en caso de ser víctimas de la delincuencia: “Preferimos eso a que agredan a los clientes o que maten a alguno. Eso nos afectaría terriblemente, de por sí la gente viene con miedo, busca los lugares al aire libre o que no tengan cortinas.
“Se supone que la gente sale a relajarse un rato por un café o a cenar, en estos lugares es donde menos piensas que te pueden robar. Denunciamos, pedimos vigilancia, más patrullas y Seguridad Pública dice que hace su trabajo, pero la realidad es otra, antes era sólo aquí, ahora ya están en todos lados”, comenta Ricardo Carmona, del Café París de la Roma.
“Es una falta de estrategia, los encargados de prevenir el delito, que son los de Seguridad Pública y los encargados de investigar, nunca se dieron cuenta de que este delito iba a la alza, nunca se prepararon para hacerles frente”, comentó Francisco Arredondo, investigador de la UNAM.