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El director General del Centro de Instrumentación y Registro Sísmico (Cires), Juan Manuel Espinosa Aranda, comentó que la principal causa de los microsismos registrados entre el viernes y sábado pasados en las alcaldías de Miguel Hidalgo y Álvaro Obregón, “podríamos resumirlo en que son originados por la constante extracción de agua del subsuelo, aunado a las grandes construcciones que han ocasionado mayores fracturas en la parte baja del terreno”, dijo.
En entrevista con EL UNIVERSAL, el especialista alertó que estos movimientos telúricos, “que por ahora son ligeros, podrían intensificarse si no evitamos la extracción del líquido, pues con ello también evitaremos el hundimiento de la Ciudad de México, situación que también genera sismos”.
Además, destacó que debemos considerar que en la Ciudad de México los sismos de escasa o baja intensidad están asociados a seis fallas geológicas: Chiquihuite, Santa Catarina, Falla Santa Fe, Ayotuzco, Tenango y La Pera.
De acuerdo con un reporte especial del Servicio Sismológico Nacional (SSN), si bien las magnitudes de los sismos registrados recientemente fueron bajas, se sintieron en varias zonas de las capital, debido a la cercanía del epicentro y su poca profundidad.
“Debemos recordar que a mayor cercanía con el epicentro, las ondas sísmicas se atenúan y a mayor distancia el sismo se siente más fuerte, como fue el caso de estos eventos”, abundó el especialista.
Reiteró que la constante extracción de agua del subsuelo ha desgastado o removido las capas de arcilla y de otros materiales que, incluso, ocasionan el hundimiento de la capital, pues “no permitimos el llenado de los mantos con el suficiente líquido proveniente de la Cuenca del Valle de México”.
De igual forma, consideró que estos eventos pudieron ocurrir como resultado de la acumulación de tensión regional, o bien, el hundimiento del Valle de México podría originar tensiones que, si bien no generan propiamente sismos, sí pudieran dispararlos.
Sostuvo que la Cuenca del Valle de México, donde se encuentra la Ciudad, está ubicada sobre uno de los más importantes rasgos fisiográficos del país: la Faja Volcánica Trans-Mexicana, la cual abarca desde el golfo de México hasta el Océano Pacífico.
Aunque en esta zona también existen remanencias volcánicas, donde dominan el Popocatépetl (actualmente en actividad), el Iztaccíhuatl, el Ajusco y, en el Estado de México, el Nevado de Toluca.
De allí que la actividad sísmica de la Cuenca de México y sus alrededores “es poco numerosa y de baja magnitud”, aunque sí llegan a registrarse varios movimientos al año, como los del fin de semana.
Espinosa Aranda detalló que la composición del suelo de la Ciudad de México es un asunto de gran relevancia, “pues la sismicidad alta se concentra en el terreno blando, el cual está localizado en algunas zonas del Valle de México”.
De ahí que preocupe que cientos de edificios incumplan con las normas de construcción, “pues nadie sabe qué pasará con ellos ante futuros sismos”. Ante estas eventualidades, dijo, “una construcción correcta y racional es nuestro mejor instrumento”.
Precisó que en la Ciudad de México, 38 de los 40 edificios que colapsaron el 19 de septiembre de 2017 son previos al sismo de 1985 de magnitud 8.1, lo que dio lugar a cambios en los ordenamientos para construir.
“El temblor del 19 de septiembre de 1985 fue más grande para edificios de hasta 15 pisos, pero en lo que respecta a edificios bajos, fue más chico. Pero el de 2017 indujo fuerzas en los edificios bajos más fuertes que el temblor de hace 34 años. Es decir, estos impactos dependen del tamaño del edificio, de la frecuencia de vibración de éste y si las fuerzas de inercia son más grandes o pequeñas”, apuntó.