Hoy se llevará a cabo la Marcha del Orgullo Lésbico, Gay, Bisexual, Travesti, Transexual, Transgénero e Intersexual (LGBTTTI) en la Ciudad de México, misma que cumple 40 años, y celebrará los derechos que se han ganado durante este periodo, aunque son miles los asistentes, otras personas no podrán asistir por diversas causas, como es el caso de Martha, Santiago y Mariana.
Ellos son parte de las 426 personas integrantes de la Comunidad LGBTTTI que están privadas de su libertad en el Sistema Penitenciario de la Ciudad de México, y aseguran que estos derechos que se han ganado en los últimos años también los benefician a ellos en el interior de los penales.
Martha, cuyo verdadero nombre es Martín, está interna en el Reclusorio Norte desde hace cuatro años, y en octubre volverá a pisar las calles debido a que cumplirá con su sentencia, y anhela retomar su vida con su pareja con quién lleva 30 años de relación. Ella es transexual, y aunque está en un centro de reclusión junto con miles de internos hombres, y tiene que usar el mismo color de ropa, se las ha arreglado para verse femenina y resaltar el cuerpo que ha logrado con base a hormonas.
“Mi familia siempre me ha aceptado, mi papá era un poco homofóbico, pero me dijo que siguiera mi camino y que no se metería en mi vida. Me comencé a vestir de mujer a los 13, una de mis hermanas, bien linda, me regalaba mis brasieres, sus zapatilla. No me he operado, desde niño me inyecté hormonas, aceites, cosas”, recuerda.
En entrevista refiere que fue acusada de un fraude, aunque no quiso detallar su caso, recuerda que al llegar al reclusorio temía por su seguridad, pues no sabía que pasaría con ella al ser una persona trans; sin embargo, esto la ayudó para que la colocaran con gente de la comunidad LGBTTTI, y así desenvolverse como lo haría en libertad.
Es originaria de Veracruz y recién cumplió 50 años, relata que llegó a la Ciudad de México cuando tenía 18, y desde esa fecha se dedicó a realizar shows travestis, aunque su gusto por vestirse como mujer fue desde que tenía 13 años. Ahora, después de cuatro años, Martha sabe cortar el cabello y lo realiza entre sus compañeros, incluso los días de visita ofrece sus servicios como estilista con los familiares.
“Nunca había estado en una cárcel, pero la verdad he conocido gente muy buena, tenemos cursos aquí, soy estilista, aquí aprendí; afuera yo daba show travesti, trabajaba en el 33, un bar junto a la Torre Latinoamericana”, recuerda.
Esta comunidad tiene un sitio especial dentro del reclusorio, pues se ubica en el dormitorio destinado para grupos vulnerables donde las autoridades los apoyan. Martha recuerda haber ido a una marcha del orgullo, pero asegura que son mejores los carnavales de su natal Veracruz, e incluso no ha visto mejores cuerpos varoniles que en el puerto. Sin embargo, comenta que se han perdido los valores, e incluso desaprueba los actos que realizan algunas parejas homosexuales, pues afectan a los niños.
“Hay muchos homosexuales que tienen esa fea maña de salir del closet ya grandes, como Ricky Martín, yo eso sí lo veo mal, porque yo salí a los 13, a esa edad ya tenía chichis. En aquel tiempo no se veía mucho el homosexual, hombre con hombre, uno como vestida pasaba como mujer, pero ahora ya lo vemos hasta en el metro. Yo eso sí lo veo un poquito mal, porque hay muchos niños”, expone.
El Profe
En la escuela dentro del Reclusorio Norte, el ingeniero químico Santiago Nájera, da clases de Química a los internos, todos lo conocen como El Profe, aunque también está recluido como ellos. Es originario de Guerrero, pero desde los 18 años vive en la capital del país, fue profesor en la vocacional 10, y ahí fue acusado por un alumno de pederastia.
“Tener un problema de este tipo es el acabose, me acusan de esto y desfallezco, nunca había entrado a una cárcel, no sabía como me iban a tratar, yo había escuchado muchas cosas afuera, pero la realidad es otra”, comenta.
Al cuestionarle sobre su vida amorosa, responde que sólo ha tenido cinco parejas afuera de prisión, pero al hablar del interior del reclusorio, el rostro le cambia, y la seriedad con la que inicia la entrevista se pierde por las risas, comenta que conseguir una pareja no es difícil, incluso “hay donde elegir”, y durante cuatro años ha tenido tres.
Se dice contento, porque el estar con compañeros de la comunidad LGBTTTI le ha ayudado a ser quien es, pero al recordar el caso por el cual fue juzgado, aún se cuestiona qué pasó, y porqué su abogado no pudo hacer nada para ayudarlo.
Yo soy estilista, mi esposo vende cafés
Mariana es procedente del estado de Veracruz, aunque ha vivido 22 años en la Ciudad de México, es una chica transexual desde su adolescencia. Es estilista desde que está en la capital y como tal tiene su negocio en el interior del penal, es acusada de corrupción de menores por darle droga a unos adolescentes.
Encontró el amor con un interno, quien ahora tiene un puesto de cafés y pan, todo el día están juntos, aunque no duermen en la misma celda, pero en unos meses dejará a su pareja, pues cumplirá su sentencia de siete años.
Durante la plática, recuerda cómo era vivir afuera, a su amiga que le enseñó a cortar el cabello, y los cursos que tomó para ser una estilista, ahora ella ayuda a sus compañeros desde asistir al centro de salud para arreglarlos, hasta en las actividades que se realizan en el interior, como obras de teatro y shows de travestis, asegura que tiene pánico escénico, aunque no titubea frente a las cámaras.
“He platicado con varias ex compañeras que estuvieron aquí, y pensamos que estaría padre hacer un carro alegórico con el tema del “Reno”, porque bien o mal somos seres humanos en reclusorio. Aquí es un pueblo pequeño”, dice.