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Águeda y Gabriel siempre inculcaron a su hija Diana Gabriela Morales Mendoza que debía seguir adelante sin importar que algún día ellos se ausentaran.
En agosto pasado, los tres celebraban que la joven de 18 años logró ingresar a la carrera de Medicina en la UNAM, una de las licenciaturas de mayor demanda, pero el sismo del 19 de septiembre dejó sin papás a Diana Gabriela, quien siguiendo su consejo, les dice que no se preocupen, que se titulará y se encargará de todo.
Gaby es puma. Estudió en el CCH Vallejo y con sus buenas calificaciones pudo entrar a Ciudad Universitaria. Sus papás también fueron a la UNAM. Águeda, de 54 años, estudió Derecho y Gabriel, de 55, era ingeniero topógrafo.
Vivían en Puebla y llegaron a la Ciudad de México hace unos seis años para que la joven continuara su educación y entrara a la máxima casa de estudios de México. Habitaban un departamento en el primer piso del edificio de Balsas 18 de la colonia Miravalle, delegación Benito Juárez, el cual colapsó con el terremoto.
Ese día la estudiante estaba en la Facultad de Medicina y no podía comunicarse con Águeda ni Gabriel. Intuyó que algo andaba mal. Unas horas después llegó al derrumbe y le permitieron asomarse por un hueco entre los escombros del edificio donde distinguió que la pareja estaba atrapada.
Un día después los cuerpos fueron recuperados. Lloró y se despidió de ellos en el funeral con la promesa “de que no se preocuparan de nada, que descansen porque me haré cargo de todo”.
Desde entonces reconoce el apoyo de sus familiares, amigos, vecinos y de personas que han hecho donativos.
Pero no ha tenido un momento para detenerse. Se levanta a las 5:30 de la mañana, se reparte entre sus clases, estar pendiente del edificio donde estaba su vivienda y en la tramitología para recuperar documentos familiares.
Al respecto pide el apoyo de las autoridades porque sus padres dejaron un testamento y diversas instancias le piden demasiados documentos, con los cuales no cuenta, porque los perdió en el derrumbe, “tengo muchos problemas con los papeleos”, menciona Gaby.
Sin embargo, sostiene que su meta es ser una gran doctora, algo que decidió desde el bachillerato, cuando encontró su pasión por estudiar cómo funciona el cuerpo humano desde adentro y se dio cuenta que es una mujer con constancia y precisión, “algo que creo que se requiere en esta carrera”, dice convencida.
“Mis papás querían que terminara mi carrera, que fuera una doctora y me sostuviera por mí misma, si ellos no estaban, eso es lo que me hace seguir, y ese es mi propio anhelo”, expresa la joven.