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Durante mayo del 2017 los habitantes de Milpa Alta recibieron lo que parecía ser una buena noticia para todos: la empresa Sustentabilidad en Energía y Medio Ambiente (Suema) inauguró ante varios medios de comunicación un biodigestor capaz de generar energía eléctrica para 150 casas a partir de desecho de nopal .
El municipio sureño, donde se producen 300 mil toneladas de nopal anualmente según la Secretaría de Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades (Sederec), parecía ser el mejor lugar para la instalación del biodigestor. Sin embargo, a más de un año de haber empezado a operar, la máquina no ha podido funcionar al cien por ciento debido a la falta de acuerdos entre productores, peladores de nopal y Suema.
A pesar de esto, recientemente la Secretaría del Medio Ambiente de la CDMX consideró el biodigestor como un “proyecto de éxito” en la capital por su sustentabilidad. En el Inventario de Residuos Sólidos 2017 la dependencia explicó que “la planta tiene la capacidad para generar 175 kilowatts por hora, energía con la cual se podrían encender 9 mil 600 focos y el Centro de Acopio Milpa Alta ”, donde se construyó el biodigestor.
Durante un par de recorridos hechos por EL UNIVERSAL en ese mismo Centro, este diario testificó cómo los trabajadores del lugar vacían toneladas de desechos de esa verdura en distintos depósitos para que un camión los lleve a lugares donde se produce abono orgánico.
Mientras los creadores del biodigestor esperaban que su innovación diera resultados un año después de su construcción, los trabajadores del nopal no han entregado los residuos necesarios para hacer funcionar la máquina a su máxima capacidad, según informó Suema.
La construcción del biodigestor fue apoyada por el gobierno de la Ciudad de México , que a través de la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación (Seciti) invirtió más de 13 millones de pesos en el proyecto.
Para hacer funcionar la planta a su máxima capacidad se requieren hasta cinco toneladas de desecho de nopal al día, pero actualmente es alimentada con una cantidad menor y su proceso de estabilización se ha alargado.
Felicita García, trabajadora del Centro de Acopio, explicó que los peladores de nopal no trasladan sus desechos al biodigestor por la complicación de subir todo el material sin ayuda y cargando en la espalda.
“Nosotras no podemos subir hasta la planta porque está muy lejos. Aquí trabajan muchas mujeres y es más fácil mandar a tirar el desecho de nopal. A nosotras sí nos gustaría que un camión se pusiera más cerca para trasladar todo este material y se aprovechara”, señala.
También Rogelio Salgado Gutiérrez, otro trabajador del lugar, reconoce que sólo las primeras semanas después de haber sido inaugurado el biodigestor lo alimentaban con desecho, pero después, debido al esfuerzo y al tiempo que eso implicaba, la gente dejó de hacerlo.
“Ahorita como los vemos no hay ningún beneficio porque trabajaron un ratito y después ya no. Aquí en el Centro de Acopio a veces la luz se va en las madrugadas y sí nos sería útil que funcionara la máquina”, explica el pelador de nopal.
Además de ellos, los productores de esa verdura también fueron considerados pieza clave para el proyecto.
En el caso de Juan Gutiérrez, representante del pueblo de San Francisco Tecoxpa, explicó en entrevista que los productores tienen toda la intención de cooperar con Suema para hacer funcionar el biodigestor, pero piden ser parte de las decisiones administrativas y operativas del proyecto.
“Cuando los representantes de los pueblos de Milpa Alta nos enteramos de la planta ya estaba construida en un 80 por ciento. Los productores tenemos un reglamento interno que nos rige y con ese mismo documento se podría decir que el biodigestor es del Centro de Acopio porque está construído ahí, y no sólo eso, también sería parte del Consejo que formamos, entre otros, los diez representantes de los pueblos de Milpa Alta”, dice Juan Gutiérrez.
El reto de innovar
Por su parte los encargados de Suema admiten que han optado por dar recompensas económicas a los peladores de nopal para conseguir sus residuos, pero aún no reúnen la cantidad suficiente al día.
“El aspecto social es una de las partes más difíciles que hemos enfrentado. Nos hemos adaptado a los pobladores de Milpa Alta, quienes tienen usos y costumbres muy arraigados. Es muy complicado que la gente acepte esta tecnología. Nuestra misión es poder demostrar que la gente puede hacer uso de sus beneficios”, explica Jesús Zumaya, ingeniero de proyectos en Suema.
Y también agrega que “a partir de que instalamos la planta hemos enfrentado la falta de colaboración para hacerla funcionar, a veces es por desconocimiento de los comerciantes hacia el sistema. Hemos tratado de capacitar a los trabajadores para que ellos entiendan la planta, la hagan parte de su día a día y sea parte de su entorno”.
Por su parte Jahir Mojica, presidente de Suema, asegura que su empresa ha establecido diálogo con los comerciantes del nopal para hacerles entender la importancia del biodigestor y apoyen su funcionamiento.
“Hablamos de una población donde la mayoría no tiene estudios ni de primaria, y cuando les planteamos la idea de un biodigestor se imaginaban cualquier cosa que pudiera ser radioactivo”, dice Mojica.
Entre las principales reclamaciones de los trabajadores del Centro de Acopio consultados por este diario se encuentra la falta de infraestructura que les haga más sencillo entregar sus desechos, pues trabajan desde las tres de la madrugada y para el momento en el que llegan los encargados del biodigestor muchos de ellos se han ido y los que continúan ahí prefieren llevar sus residuos a depósitos de más fácil acceso.
EL UNIVERSAL
intentó comunicarse con la delegación Milpa Alta vía telefónica, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta por parte de las autoridades. Jorge Alvarado Galicia, delegado de esa demarcación, fue uno de los funcionarios presentes en la inauguración del biodigestor, al que reconocieron como el primero en ser construido en todo México y América Latina.
Energía sustentable
Según la Seciti y otros funcionarios que impulsaron la construcción de la planta, el biodigestor de Milpa Alta tiene la capacidad de reducir los residuos orgánicos del Centro de Acopio en un 50 por ciento, generar energía eléctrica para los trabajadores y las casas de alrededor, y producir 600 kilos de composta para cultivo.
“El biodigestor funciona con microbios encargados de digerir toda la materia orgánica. A estos microorganismos los acostumbramos a consumir residuo de nopal porque vienen de un ambiente donde se alimentaban con sangre. Las bacterias deben volverse vegetarianas al darles este licuado de espina de nopal”, señala José Luis Galicia, operador de la planta.
En el Centro de Acopio las personas que limpian entre 500 y mil nopales al día aseguran que generan dos cajas de residuo, pero hay quienes limpian hasta cinco mil verduras. Ese dato fue clave para que la empresa Suema quisiera construir su planta eléctrica en Milpa Alta.
Al verter los desechos de nopal en el biodigestor, la comunidad microbiana que está en su interior convierte la materia sólida en un biogás capaz de utilizarse en tortillerías, estufas, para calentar agua o producir energía eléctrica. En el caso de la planta de Milpa Alta, ésta tiene la capacidad de generar 175 kilowatts, equivalente a la luz utilizada por más de un centenar de casas.
“Cerramos un ciclo de energía sustentable porque producimos luz a partir de desechos orgánicos. Toda la basura del Centro de Acopio, lejos de depositarla al bordo poniente, ahora se convertiría en biogás”, indica el operador de la planta, José Luis Galicia.
También añade que el nopal fue elegido como la verdura idónea para llevar a cabo este proyecto por sus niveles de humedad: “Se tiene entendido que el 90 por ciento de su composición es agua y el 10 por ciento es sólido; esto nos ayuda a que la degradación dentro de nuestro biodigestor sea más rápido y así obtengamos biogás en un tiempo más veloz que con cualquier otro residuo o basura orgánica”.
José Luis Galicia relata que convencer a los trabajadores del Centro de Acopio para que entreguen sus residuos no ha sido sencillo.
Mientras los trabajadores piden una solución para que sea más fácil trasladar sus restos de nopal al biodigestor, la empresa no cuenta con el personal suficiente para realizar ese trabajo por su cuenta. Y lo que surgió como una idea que beneficiaría a cientos de personas, se frenó.
Un proyecto modelo
Después de cinco años de estudio de campo, Suema decidió construir su biodigestor en Milpa Alta debido a que los comerciantes del nopal no contaminan sus residuos con basura.
Jahir Mojica, presidente de Suema, explica que “el Centro de Acopio es uno de los lugares donde mejor separación de desechos hay. Este proyecto fue un tema de justicia social porque se hizo en un lugar donde estaban haciendo bien las cosas”.
Además, la planta fue pensada como la primera de muchas que pueden construirse en la Ciudad de México. “Una forma de reducir la contaminación es aprovechar los residuos y convertirlos en otros materiales a partir de sus propiedades energéticas. Nosotros vemos el biodigestor como una oportunidad para aprovechar residuos”, explica Jahir Mojica.
Los lugares clave para construir estructuras similares, considera Jahir Mojica, son los mercados; en total hay 329 en la Ciudad de México.
Pone de ejemplo la Central de Abastos , mercado que cuenta con más de 2 mil vendedores y que suministra el 80 por ciento del consumo de alimentos en la Ciudad, según el gobierno local.
“En México no contamos con un relleno sanitario para depositar las casi 13 mil toneladas de desechos que producimos todos los días. Podemos aprovechar estos residuos y convertirlos en iluminación para parques, los mismos mercados e incluso generar materiales para jardines y huertos urbanos”.
Además, tratar los desechos en el lugar donde se producen disminuye la huella de carbono, pues no necesitan ser transportados.
“Si tenemos estos sistemas por la ciudad la podemos hacer más resiliente, más inteligentes y son programas con los que podemos conectar más a la gente con la tecnología”, considera Jahir Mojica.