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david.fuentes@eluniversal.com.mx
El Betito se hacía pasar por un antrero, un empresario del ramo restaurantero con locales en Polanco y el corredor Roma-Condesa, que se estaba expandiendo al sur de la Ciudad.
Presumía a sus vecinos que estaba por inaugurar cantinas en Coyoacán, Xochimilco y Tlalpan; sin embargo, estos negocios eran para la venta de drogas al menudeo.
Así se presentaba Roberto Moyado Esparza El Betito, presunto líder del Cártel de la Unión de Tepito y señalado por las autoridades federales como el principal generador de violencia en toda la metrópoli, quien además es acusado de más de 50 ejecuciones, así como de implementar a manera de negocio la extorsión.
Durante 10 años operó en la Ciudad de México, lo que preocupó a la Policía Federal, dependencia que desde 2017 lo estaba persiguiendo, debido a que desde ese año la comercialización de drogas al menudeo, así como los homicidios dolosos, empezaron a repuntar en la capital.
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Desconfían de autoridades. Del operativo que derivó en la captura del capo nunca informaron a las autoridades locales, pues presumían que El Betito recibía protección de algunos mandos, tanto de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) como de la Procuraduría General de Justicia (PGJ) de la Ciudad de México, ya que en repetidas ocasiones, cuando estaban por arrestarlo, le daban el pitazo y éste lograba escabullirse.
El último intento por detenerlo fue en febrero pasado, cuando los agentes federales lo ubicaron en la colonia Lindavista, en las inmediaciones de la delegación Gustavo A. Madero, pero El Betito fue alertado y huyó hacia el Estado de México.
A raíz de ese incidente, las autoridades investigadoras federales decidieron operar solas.
Gracias a este sigilo, lo ubicaron desde abril pasado en un departamento en la colonia Polanco, delegación Miguel Hidalgo.
Nadie sospechó de él, porque en ocasiones se le veía con gente de la farándula y el espectáculo, lo que reforzaba sus dichos de que era un antrero de renombre en la Ciudad.
Se movía sin guardaespaldas, aparentemente no confiaba en nadie. Sólo su hermano manejaba la camioneta Tahoe en la que fueron detenidos.
Además, detalló nombres y apodos de sus lugartenientes y señaló tres casas de seguridad ubicadas en Tepito y la colonia Guerrero, que eran sus principales centros de operación.
Nuevo look. Durante los últimos cinco años que estuvo en libertad, El Betito perdió 30 kilos, se injertó cabello y se sometió a una serie de cirugías estéticas para cambiar su fisionomía, a fin de no ser identificado por las autoridades.
El capo incluso portaba licencias de conducir y una identificación del Instituto Nacional Electoral (INE) con su nombre actual.
Debido al cambio, las autoridades federales lo sometieron a pruebas de ADN para corroborar su identificación y turnarlo a un juez de control.
El Betito se encuentra detenido en las oficinas centrales de la Procuraduría General de la República (PGR), pero se espera que en los siguientes días sea turnado a un penal de máxima seguridad.
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