metropoli@eluniversal.com.mx
Cinco vasos con tapa, cinco popotes, platos, tenedores y bolsas, todo de plástico, es lo que ocupa María cada la semana, ya que por comodidad y para ser práctica, los días que trabaja compra su desayuno; sin embargo, lo que estos productos de un solo uso tardan en sus manos no se compara con el tiempo que requieren para degradarse.
Con la finalidad de evitar este daño al medio ambiente, el jueves el pleno del Congreso local aprobó reformas al artículo 25 de la Ley de Residuos Sólidos, en el que se establece que para 2021 quedará prohibida la comercialización, distribución y entrega de plásticos de un solo uso, como bolsas, globos, cápsulas de café, charolas para transportar alimentos e incluso aplicadores de tampones.
Pero ¿realmente la prohibición es la solución? Para Benjamín Ruiz, investigador de la UNAM y profesor de la Facultad de Química, la solución de prohibir no es la alternativa para esta problemática. “Resulta más fácil prohibir que educar y además resulta más divertido violar una prohibición que educarse”.
Las botellas tardan cerca de 500 años en degradarse; las bolsas de plástico, 150 años; los cubiertos, 400 años; los popotes, 100, y los vasos hasta 75 años. Así que el tenedor, popote, vaso y bolsa que María ocupa en promedio de 20 minutos tardarán en degradarse 725 años.
En entrevista para EL UNIVERSAL, el investigador explicó que la vida útil del plástico depende del usuario y uno de los principales problemas para que éste no contamine —asevera— es que no tiene educación ambiental.
“No nos hemos educado y no estamos acostumbrados a que en lugar de terminar en la basura, todo puede y debe ser reciclado. A la vez que aprendes a consumir, aprende a desechar, no lo tires a la basura, ni siquiera en casa, junta el plástico y llévalo a un lugar donde haya depósito para que sea reciclado”.
De acuerdo con la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM, en México cada año se fabrican más productos de plástico, alrededor de 300 millones de toneladas, de las cuales sólo se recicla 3% y se estima que al año se producen alrededor de 200 botellas de PET por cada mexicano.
“Si desde el principio nos hubieran educado con una buena cultura de reciclaje, sabríamos que no lo debemos tirar a la basura, que debe haber un lugar especializado en reciclado, donde yo lo pueda depositar.
“Las empresas que reciclan este material llegan, se lo llevan y lo utilizan como materia prima. Así, en lugar de sacar materia prima del petróleo, es decir, gastar petróleo para hacer polímeros, reciclamos, evitamos la basura y la contaminación de los ríos, lagos, océanos y gastamos menos agua en el proceso de producción. Entonces reciclo, gasto menos agua y, por lo tanto, estoy cuidando el ambiente”, comentó el investigador de la UNAM.
El desafío es grande, la producción de plástico ha superado la de cualquier otro material y la mayoría de los productos están diseñados para ser desechados luego de un solo uso, lo que ha repercutido de manera preocupante en el ambiente a nivel mundial.
De acuerdo con un estudio de la Universidad de Georgia, la contaminación de los océanos se concentra en 10 países. China, Indonesia, Filipinas, Vietnam y Sri Lanka son los que más plástico arrojan al mar.
Degradación aparente. “Todos los plásticos se degradan, el problema es que tardan mucho y cuando es mal manejado desde la basura, es más fácil que llegue a océanos, ríos y afecte el ambiente, la fauna y flora.
“Lo que sucede con los polímeros oxodegradables es que en realidad no se degradan por completo, se rompen en fibras cada vez más pequeñas y con el paso del tiempo no se verán; aquí es cuando hablamos de los microplásticos en el mar.
“El boom de estos plásticos es que se piensa que como desaparecen rápido de la vista, ya no hay problema, porque quiere decir que se degradaron, pero no, sólo redujeron su tamaño y al reducirlo, se pueden mezclar con la tierra”, explicó el también profesor de la Facultad de Química de la UNAM.