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Cuando José Julio Olivares esté recorriendo los ocho barrios de Iztapalapa como Jesús de Nazaret, cargando una cruz de unos 90 kilogramos y con romanos flagelándolo por cinco kilómetros en la 182 representación de la pasión de Cristo, intentará no pensar en nada y disfrutar del momento para el que se ha preparado por 37 días.
“No quiero pensar en nada, simplemente lo estoy dejando a la expectativa para disfrutarlo al máximo, ya que no voy a volver a repetir este papel. Es algo único, entonces lo estoy dejando a lo que viene y disfrutar del proceso”, dice el iztapalapense de 27 años, habitante del barrio de San Pablo.
Recuerda que ya había sido rechazado dos veces (en 2018 y 2019) para interpretar el papel de Jesús, el de Iztapalapa, por lo que ve como un “privilegio” el que haya sido elegido entre otros 10 postulantes.
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Dice que entendió que en esos momentos Dios tenía planes distintos para él y que representar a su hijo no era uno de ellos... por lo menos no en ese momento.
“Algo me decía que este año podría ser mi año, algo me dijo que me viniera a postular y aquí estamos con la mayor dicha, con la mayor fe y amor para representar este papel y continuar con esta tradición. Siento una emoción muy grande. Son sentimientos inexplicables”, expresa.
Julio comenta que esta “puede ser una experiencia para contarle a mis hijos, a mi esposa”, también implica servir como inspiración para que las nuevas generaciones continúen preservando esta tradición que nació como refrendo al Señor de la Cuevita, por acabar con la epidemia del cólera morbus en el siglo 19.
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“Tenemos que dejarle algo a las nuevas generaciones, una tradición, que sigan y que continúen, porque así como en algún punto yo soy iztapalapense, alguien más lo va a ser y necesita seguir con esta tradición”, afirma.
Para cumplir con esta encomienda, el también estudiante de Economía se ha preparado mentalmente para soportar el desgaste físico al que se enfrentará esta Semana Santa.
Dice que ha analizado cada diálogo para transmitir los mensajes de amor y paz, con el mayor realismo, desde su primera línea en el Domingo de Ramos hasta la última en el Sábado de Gloria.