Encontrar hongos es similar a un avistamiento de ballenas, la probabilidad de no verlas es alta y más cuando un grupo de hongueros o de curiosos ha pasado por el camino que ya planeamos. En el caso de ir a cosechar hongos, se requiere de varias cosas para lograr la misión: un guía que nos explique e identifique cuáles son los hongos comestibles y cuáles son los tóxicos, buena condición física, un par de tenniz o botas que hagan tracción para no resbalar, agudez visual y paciencia, mucha paciencia.
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Hongos con comestibles.
Son las primeras lluvias, y con ello, los hongos empiezan a salir, los comunes para este primer ciclo son las escobetillas, los pambazos y los duraznitos. Para encontrarlos hay que subir y salirse del camino trazado para remover delicadamente hojas secas, pedazos de madera y troncos sueltos. Muchas veces se sabe que hay un hongo porque se asoma su cabeza y solo hay que llegar a remover la hojarasca.
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Después de hora y media cuesta arriba encontramos un par de hongos de sombrero blanco cremoso y otro muy apetitoso en un tono naranja asalmonado. Dani, nuestra guía los observó con cuidado y echándolos a la canasta aseguró que no eran comestibles, ¿cómo lo supo? La experiencia, sus conocimientos en biología hacen la diferencia. "No hay regla o truco para saber si un hongo es tóxico o venenoso. La moneda de cobre, ponerlos a cocer con agua y ajo, que si al cortarlo se oxida o huele dulce, todo esto es un mito, afirma Daniela Guzmán Ramírez,"el color tampoco nos dice nada sobre su peligrocidad, pues hay hongos de colores brillantes que son comestibles y de lo contrario a lo que se piensa hay otros de color blanco que son tóxicos", menciona.
Hongo no comestible. Al cortarlo cambia de color a un tono azulado debido a la oxidación.
Una especie que no llega a los mercados es el gelatinoso. Un hongo diminuto que encontramos en las ramas de los árboles de color amarillo traslúcido de textura gomosa con un sabor muy interesante que se acerca a la piña. Más adelante encontramos tres piezas de yemitas muy carnuditos y con un naranja ocre en el exterior del sombrero así como un pequeño ramillete de clavitos pardos.
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Más allá de regresar con una canasta retacada de hongos, la recompensa es la vista, llegar a la cima y observar desde el mirador la copa de los pinos y oyameles que habitan el lugar, escuchar el ritmo del agua en el descenso y pensar en todas las posibilidades de cómo se cocinarían. Lo mejor de todo es que en nuestro grupo iban cocineros que propusieron la mejor opción para cocinarlos: en arroz. Con tan poca cantidad y con una manada de hambrientos, era la mejor manera de hacer justicia a la cosecha.
A nuestra fortuna contábamos con Abel Hernández, Jorge Díez, Covadonga Troncoso y nuestro anfitrión Osvaldo Caldu. Cuatro horas de caminata depositadas en una paellera que nos acabamos en menos de media hora, nos supo a gloria.
Para hacer un tour de hongos seguro puedes escribir a dani.forastera@ciencias.unam.mx o agendar una cita vía FB en Campamento México Paidos y Ecoturismo
SR .
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