Comenzaré este texto ofreciéndole una disculpa. Caí de nuevo en la Roma . Soy enemiga de la centralización, pero es ahí donde abrieron un local que ofrece humeantes tazones de fideos japoneses –esta vez no es ramen–.
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Y más allá del eterno furor que la Ciudad de México ha adoptado por la comida asiática, le tengo cierto cariño a los fideos. Por lo que me sentí cuasi obligada a visitar la colonia donde alguna vez vivió la fotógrafa Tina Modotti y retratar ese fideo grueso y elástico con mis ojos para luego desaparecerlo con la boca.
Antes de entrar de lleno, le tengo que contar lo siguiente: a diferencia del ramen, el udon lleva una pasta elaborada con harina de trigo, agua y sal. Su cualidad pegajosa y elástica se debe su alto nivel gluten; el caldo en el que se sirve, generalmente se confecciona con alga kombu, katsuobushi y agua –se le llama dashi—.
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Por su parte, el ramen utiliza noodles hechos con harina, aceite de ajonjolí y huevo, y el caldo se elabora con pollo, cerdo y/o pasta miso cocinados con más ingredientes durante horas y horas –de diversión–.
Viernes, calor, tráfico, la Roma. Abro el menú y solo pienso en una bebida refrescante, pero de tres cervezas –una nacional y dos japonesas–, solo tienen la más cara. Ni modo. Le doy un sorbo mientras escucho música guapachosa y recibo las recomendaciones para abrir apetito.
"Para maridar la comida tienen una docena de variedades de sake, licor de ume y un par de vinos japoneses".
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Un lúdico “taquito” de sushi de atún y kampachi en el que una hoja de shizo hace las veces de tortilla y se arma en la mesa, pero sus casi $300 pesos de costo me invitan a pedir el sashimi de lubina de a $190.
Delicioso, el pescado reposa con hongos shiitake marinados con soya y jugo de yuzu, el toque de jengibre remata el umami del plato. También hay shishitos asados , callo de hacha glaseado y caracol de mar con salsa de miso chipotle, pero decidí saltarlos e irme directo a los fideos. Fríos o calientes.
A pesar de la falta de ventilación en el local y los varios estornudos que tuve a causa de la cocción de picante en la cocina abierta, ordené los calientes.
Por recomendación, primero fue el udon de almejas, un delicado y reconfortante sorbo de dashi natural de pescado–recuerde que ya abordamos ese concepto– aderezado con mantequilla orgánica irlandesa, cebollín y un toque de pimienta.
"Si requiere curar la resaca pida el udon de cordero lleva consomé, barbacoa deshebrada, chile serrano, cilantro y cebolla o diríjase a su tianguis de confianza".
Le siguió mi favorito, el udon X’ian c on tofu frito –también puede ir con res y cordero–. La pasta gruesa y aplanada se adereza con salsa de la casa de morita-jamaica, especias y se le esparcen trozos de cacahuate y cilantro. Más tropicalizado imposible, pero eso sí, bien sabroso.
El apremiante calor, que no supe dónde hacía más, si afuera o adentro, solicitaba otra cerveza. Tal vez se lanzaron a la tiendita de conveniencia más cercana, el caso es que unos minutos después ya tenían la opción nacional. Mientras terminaba el udon , analizaba los cuatro postres del menú: panna cotta con matcha, helado con mantequilla de ajonjolí, carlota con yuzu y pastel de chocolate.
La suerte no estaba de mi lado, pues mi antojo de panna cotta no fue aplacado –no había–. Le di el último sorbo a mi cerveza y pedí la cuenta satisfecha y contenta. Le podría contar la historia de quién está detrás del lugar, pero eso lo puede leer en cualquier texto, solo le diré que el propietario/chef es el nieto del genio que inventó los cacahuates japoneses.
Fideo Gordo
Dirección:
Colima 5, col. Roma, CDMX.
Horario:
mie-sáb 14:00-23:00 hrs, dom 14:00-19:00 hrs.
Precio promedio:
$650
Instagram:
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