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En los últimos años, la industria cervecera ha presenciado una transformación significativa impulsada por una nueva generación de consumidores que priorizan el sabor, la moderación y un estilo de vida más equilibrado. En este contexto, las cervezas ligeras, o light, han cobrado fuerza, dejando atrás su vieja reputación de producto insípido para convertirse en una categoría creativa, versátil y plenamente cervecera.
“Ahora lo que la gente busca más que nada es beber menos alcohol, pero sin renunciar al sabor”, dice Fernando Méndez, cofundador de Esmeralda Cervecería, una marca yucateca que ha entendido bien esta transición. “Antes la gente buscaba cervezas más fuertes, ahora quiere un producto con sabor, pero con menos alcohol”.
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Desde su fundación en 2018, Esmeralda Cervecería ha apostado por un enfoque regional y artesanal: producen cervezas con ingredientes endémicos de Yucatán, como la cáscara de naranja local en su Pale Ale “Yucatán”, y promueven proyectos sociales como limpiezas de manglares a través de su movimiento “Yucatán”.
Con nombres como Celestún, Colorada y Oasis, sus etiquetas evocan un sentido de lugar, pero también se adaptan a los gustos contemporáneos: cervezas más suaves, con perfiles sensoriales claros, bajos grados de alcohol y una marcada intención de exploración creativa.

¿Qué las hace “light”?
A diferencia de lo que muchas personas creen, las cervezas light no son simplemente una versión diluida o “rebajada” de una cerveza común. Aunque sí hay una reducción en el contenido calórico y alcohólico, el proceso de elaboración conserva los fundamentos clásicos de la cerveza.
“El proceso es muy similar, lo que cambia es el tema del insumo”, explica Carlos Castillo, experto cervecero, quien señala que en la elaboración de la cerveza light “se utiliza la maceración, la fermentación como bien la conocemos en la industria, pero con menos cantidad de malta, más que nada una malta base reducida.
Al tener menos malta, no sacamos tantos azúcares ni nutrientes, y eso hace que la cerveza sea mucho más ligera”.
Esto no significa, sin embargo, que se sacrifique el sabor. Según Castillo, “puedes tener una cerveza con bajo contenido alcohólico, pero con bastante sabor, dependiendo del estilo que prefieras y la proporción que se le ponga en lúpulo y otros ingredientes”.
Por ejemplo, menciona que es totalmente posible producir una Stout con solo 3 o 4 % de alcohol que siga ofreciendo una experiencia sensorial rica y compleja.

¿Entonces siguen siendo cervezas?
La respuesta es un contundente sí. Técnicamente, y conforme a los procesos tradicionales de elaboración, las cervezas light son cervezas. Así lo confirma Fernando Méndez: “Lo que regularmente se toma como cerveza light, American Light Lager, que conocemos en la industria mexicana, es una malta base y un tipo de lúpulo no tan floral como los alemanes, con levadura tipo Lager. Lo que cambia es la proporción de ingredientes para bajar los azúcares, que es lo que se convierte en alcohol”.
Esta reducción no es solo una decisión técnica, sino también una respuesta a una tendencia global. “Está en auge no solo la cerveza baja en alcohol, sino incluso la cerveza sin alcohol”, apunta Méndez. “Así como hay mucha variedad de destilados sin alcohol, también las cervezas están siguiendo esa línea. Creo que es una tendencia que está al alza”.
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¿Qué se pierde al aligerar?
Uno de los argumentos más comunes en contra de las cervezas light es que sacrifican complejidad. Si bien es cierto que usar menos malta puede generar un cuerpo más ligero y menor densidad de sabor, eso no significa que una cerveza light esté condenada a la insipidez. De hecho, los cerveceros artesanales han encontrado maneras de compensar esta pérdida aparente con creatividad y técnica.

“Podría decirse que podría perder un poco de sabor, pero sigue siendo la malta base que conocemos, y ya eso cambia con los lúpulos y aditivos que le metas, como frutas o un ingrediente extra”, explica Carlos Castillo. “Puedes tener una cerveza con bajo contenido alcohólico, pero con bastante sabor, dependiendo del estilo que prefieras y la proporción que se le ponga en lúpulo y en otros ingredientes”.
En otras palabras, el carácter de una cerveza no depende únicamente del nivel alcohólico, sino de cómo se equilibra el conjunto de ingredientes. Una Stout con bajo contenido de alcohol, por ejemplo, puede mantenerse interesante si se utilizan maltas tostadas, chocolate o café, y se ajustan los niveles de lúpulo para lograr un perfil aromático atractivo.
Este enfoque no solo responde a una tendencia de salud y bienestar. También representa un reto técnico que obliga a los cerveceros a repensar sus recetas: ¿Cómo se puede mantener la complejidad y profundidad con menos alcohol y menos maltas? Para los creadores de Esmeralda Cervecería, la respuesta está en el equilibrio y en la innovación.
“Experimentamos mucho con la cerveza”, señala Fernando Méndez. “Hacemos cervezas de temporada en nuestros centros de consumo con productos endémicos de la región, colaboramos con marcas locales. Buscamos fomentar lo que tenemos en el estado”.
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Un producto con identidad
“Nuestras cervezas están centradas en la región, y el turismo ha crecido mucho”, cuenta Méndez. “Somos tres amigos que empezamos esto casi como un proyecto universitario, y poco a poco ha crecido hasta convertirse en una empresa que ya piensa en expandirse a Tijuana para comenzar a vender por allá”.
¿El futuro es ligero?
Todo indica que sí. La demanda de cervezas con menos alcohol y más sabor no parece ser una moda pasajera. Es parte de un movimiento global que incluye también destilados sin alcohol, vinos desalcoholizados, kombuchas y otras bebidas fermentadas de bajo impacto.
El nuevo consumidor, más informado y más exigente, está empujando a la industria a ofrecer alternativas que no sacrifiquen sabor ni experiencia, pero que se alineen con hábitos de consumo más moderados. Y eso, para muchos cerveceros artesanales, no es una amenaza, sino una oportunidad.

“Yo creo que es una tendencia que va a seguir creciendo”, afirma Méndez. “La gente quiere productos con identidad, con sabor, pero también más ligeros. La clave está en saber hacerlos bien”.
Ha quedado demostrado que hacer cervezas light no es sinónimo de hacerlas simples. Al contrario, implica técnica, visión y una buena dosis de sensibilidad para entender a un consumidor que ha dejado de beber por beber, y que ahora quiere beber mejor.
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