Escribo desde París, capital europea elegida por el Consorzio Tutela Lambrusco y APT Servizi Emilia-Romagna para celebrar el primer Día Mundial del Lambrusco junto a una veintena de periodistas de Alemania, Bélgica, Brasil, Estados Unidos, Japón, Reino Unido, Suiza y Taiwán.
Vamos a romper el mito
Lo primero que debo decir es que, contrario a lo que se piensa habitualmente, existen muchas variedades de Lambrusco, con diversos colores, aromas, texturas en boca, calidades… De hecho, la palabra Lambrusco en realidad describe a una familia de 12 variedades de uvas tintas indígenas, desarrolladas y extendidas por toda la región de Emilia-Romagna y Modena desde hace siglos: Lambrusco di Sorbara, Lambrusco Grasparossa, Lambrusco Salamino, Lambrusco Foglia Frastagliata, Lambrusco Barghi, Lambrusco Maestri, Lambrusco Marani, Lambrusco Montericco, Lambrusco Oliva, Lambrusco Viadanese, Lambrusco Benetti y Lambrusco Pellegrino.
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La vinificación de estas uvas tintas siempre responde a las reglas de su denominación de origen y a las propias decisiones enológicas tomadas por sus artífices. Sin embargo, todas son capaces de dar vida a vinos frescos y agradables, sin importar si surgen por método champenoise (segunda fermentación en botella), charmat (segunda fermentación en tanque) o incluso ancestral (pétillant natural). Créame cuando le digo que he descubierto toda una gama de etiquetas de alta calidad, comparables incluso con algunos de los más grandes espumosos del mundo… Para muestra Francesco Bellei & C. Puro 2013, un Lambrusco di Sorbara vinificado en blanco por método tradicional, con ocho años en contacto con sus lías. ¡Suena a champán!, ¿a poco no?
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Platicaba con Gabriele Gorelli, único Master of Wine italiano y nuestro anfitrión en las celebraciones, acerca de los grandes retos que enfrenta el espumoso italiano en todo el planeta. Él me decía que existe un “nuevo camino” del Lambrusco, bien alejado de la tradicional imagen de vino de volumen, masivo, extremadamente dulce y de baja calidad. ¿Las vías? Primero, una nueva generación de enólogos jóvenes, cobijados por el propio Consorzio Tutela Lambrusco, con la ambición de producir y representar un vino que, a pesar de su antigüedad, tiene características sensoriales extremadamente contemporáneas.
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Segundo, una estrategia de redescubrimiento del propio espumoso italiano basada en su origen único y gran versatilidad de acompañamiento con diversos tipos de gastronomías. Esta última, a mí juicio, es la gran clave. Durante la celebración del Día Mundial del Lambrusco pude comprobar que las burbujas de Emilia-Romagna y Modena son aliadas indiscutibles de otras dos especialidades de la región: Parmigiano Reggiano y Aceto Balsamico Tradizionale di Modena, pero también de complejísimos menús de la cocina internacional, desde el aperitivo hasta el postre. En nuestro próximo número le traeré el ABC del Lambrusco en un texto especial.
*Carlos Borboa es periodista gastronómico, sommelier certificado y juez internacional de vinos y destilados.
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