"No pensemos en términos técnicos, no hablemos de viticultura tradicional, orgánica o biodinámica. Tampoco partamos de lo ya establecido y demos todo por hecho. Lo importante, al fin de cuentas, es producir las mejores uvas. Para ello hay que poner toda la atención en las características del terreno, las particularidades de cada cepa, las variables climatológicas; en fin, todo lo que puede incidir en el desarrollo del viñedo y todo el proceso consecuente hasta llegar al producto final: el vino. Es lo que podemos llamar una viticultura 'razonada', en la que la observación es fundamental para llevar a variedades como la Viognier y la Syrah a los términos de excelencia que perseguimos", dice Ives Cuilleron, propietario de Cave Ives Cuilleron, en el francés Valle del Ródano .
Manifiesto de una obsesión creativa, de una reformulación sobre los conceptos prefabricados para crear una visión propia de la vitivinicultura, Ives ha perfilado su bodega como una de las grandes instituciones de la región, ponderando la riqueza de esa zona histórica y definiendo un discurso personal que está plasmado en etiquetas excepcionales: Viognier, Roussanne, Saint-Joseph, Saint-Péray, Condrieu, Crozes-Hermitage, Côte-Rôtie. Ejercicios que no hablan de propuestas generales. Son las manifestaciones de suelos particulares aún dentro de un común denominador regional; de parcelas, de estilos, de tratamientos específicos para cada uva y cada cultivo.
" En el trabajo de Ives Cuilleron podemos apreciar la suma de muchos valores enfocados al interés específico de producir los mejores vinos. Se vale de métodos muy tradicionales; no se utilizan pesticidas, ni hay ningún tipo de mecanización en el viñedo. Pero a la vez es un productor que se enfocó en la creación de una nueva bodega, con los más importantes avances tecnológicos, con el objetivo de no dejar al azar ningún aspecto que influyera en la calidad del producto final. Hay un cuidado extremo del producto, incluyendo tinas específicas para la selección de cada parcela", expresa Tanguy de Bonidat, director de Climats , importador en México de Caves Ives Cuilleron .
"La naturaleza nunca hace nada por casualidad. El norte de Ródano es una tierra de vino marcada por un río. La presencia de la vid se remonta a la Antigüedad y los vinos de la región ya eran reconocido en la época del Imperio Romano. La sinuosidad, los pliegues y accidentes del río dan características propias a la tierra, brindándole un carácter particular. Hay declives, pendientes pronunciadas, impresionantes terrazas. En esta imponente geografía, la vid se levanta para ofrecer vinos de características únicas.
"Hay una impresionante unidad geológica con el predominio de granito.Sin embargo cada terreno, cada orilla, tienen condiciones diferentes que determinan su tipicidad, como sucede con Côte-Rôtie, con sus suelos distintivos y sus zonas escarpadas; o los granitos y el aluvión en Condrieu y Saint-Joseph. Otras áreas se distinguen por sus terrazas aluviales cuaternarias con sedimentos de arcilla cuya formación data del periodo cuaternario", explica Ives.
Un afortunado encuentro
La relación de Ives Cuilleron con el negocio del vino data desde su infancia, ya que desde tres generaciones atrás su familia se dedicaba al cultivo de la vid; a finales de los 40 del siglo pasado su abuelo vendía vino, además del cultivo de la uva. A fines de los 80, su tío Antoine Cuilleron, hasta entonces administrador de la finca, decidió retirarse del negocio, y a falta clara de un sucesor la familia pensó vender la propiedad. Es entonces cuando Ives entra de lleno a la labor vitivinícola.
"Para ser honesto, estaba destinado más a la mecánica que al vino; sin embargo tanto el tema del vino como el de la cocina eran importantes para mí dada mi formación familiar. Cuando realicé mi servicio militar en Alsace asistí a catas y viví grandes experiencias gastronómicas en restaurantes. Fue el verdadero detonante para adentrarme en este mundo. Por eso cuando surgió la oportunidad de manejar la propiedad no lo dude. En 1987 me instalé en Verlieu, la tierra de mi madre", comenta Ives.
A partir de ese momento, Ives comenzó una transformación radical de la bodega, que fue también una transformación personal, ya que como dice, "la pasión no es todo, y hay que entenderlo y dominarlo todo". Involucrado en todos los procesos de producción y con una visión de hacer vinos con el auténtico sello de la casa , se enfocó a la recuperación de procesos tradicionales y ancestrales, pero igualmente se enfocó a la construcción de una nueva y modernísima bodega en Verlieu, en 1992, seguida de una expansión siete años después. Después, en 2007, desarrolló un exigente programa de crecimiento y desarrollo, con el rediseño de edificios de vinificación, crianza y almacenamiento. La bodega asimismo fue pionera en el desarrollo de programas de sostenibilidad, como en el reciclaje del agua, y que han sido referente de las acciones al respecto en esta región.
"La ausencia de mecanización en los viñedos nos obliga entre otras cosas a aplicar una mayor fuerza humana de trabajo, pero también a ser más precisos, más observadores en cada proceso que realizamos. Hacemos vinos 'de alta costura'. Eso determina que nada pueda salir de control, ni ser producto de una eventualidad. Es el precio de la calidad", precisa Ives Cuilleron.