Me anticipo a los próximos días de viaje, cruzando nuevamente la costa norte del Adriático, desde Venecia hasta la península de Istria, para vivir la excepcional escena vitivinícola croata. Emocionado le digo, querido lector, que mis próximas columnas traerán buenas nuevas para México y nuestra industria.
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Decir Istria es hablar de la gran península de Croacia, una región con una larguísima historia asociada a la vid y a la producción de vinos de calidad. Por supuesto, también de una zona profundamente influenciada por diversas culturas y naciones: Eslovenia, Italia y la propia ex Yugoslavia, entre muchas otras. Ciertamente, por su posición geográfica tan favorable, Istria siempre ha representado un puente de conexión entre la zona continental de Europa y el Mediterráneo.
Hoy, la región reúne cerca de cuatro mil hectáreas de viñedos, frente a las más de 44 mil que había antes de la llegada de la filoxera. El final de Yugoslavia también supuso el declive absoluto de la industria local, con el cierre de las cooperativas estatales de producción masiva. Sin embargo, la última década trajo consigo el surgimiento de nuevos productores –generalmente terceras o cuartas generaciones de viticultores históricos–, totalmente orientados a la manufactura de vinos modernos, concentrados, mucho más complejos y fieles a su terroir. Algunos, como Rossi Winery & Distillery, incluso están tratando de revivir la gran tradición del brandy y los digestivos locales a base de ajenjo.
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Variedades autóctonas e internacionales, incluyendo las emblemáticas Malvasía Istriana (Malvazija Istarska) y Terán (Terrano), se extienden a lo largo de la península. Las vides maduran en un clima absolutamente mediterráneo, con veranos cálidos e inviernos suaves, con nieve y heladas invernales casi inexistentes. Los frutos crecen plenamente sin el riesgo de desarrollar hongos y enfermedades gracias a la intensa y constante brisa procedente del Adriático.
La complejidad de los vinos de Istria no es resultado de la casualidad, sino de una singular combinación de factores: clima suave y agradable, veranos cálidos, gran influencia marítima –que permite estabilizar la humedad del aire en la zona costera y la zona central–, y por supuesto una amplísima diversidad de suelos. En mi último recorrido por la zona tuve la oportunidad de visitar un viñedo en las afueras de Poreč en el que a la vista se podían reconocer fácilmente arcillas rojas, blancas y negras. ¡Un espectáculo único en el mundo, le digo!
Los suelos de Istria también están marcados por una singular capa de piedra caliza de profundidad, que permite el cultivo de distintas variedades autóctonas pero también de cepas internacionales dedicadas a la producción de blancos, naranjas, tintos tranquilos y espumosos de método tradicional.
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¡Sí!, la Moscatel también es frecuente, aunque se trata de un biotipo diferente de la Moscatel blanco que llegó a Istria en el Siglo XIII, procedente del Friuli-Venezia Giulia, y que se adaptó a las condiciones locales hasta convertirse en la mítica Muškat Momjanski.
¿Expresiones sensoriales en copa…? Serán el motivo de nuestro próximo encuentro. Mientras tanto le dejo una recomendación disponible en México para ir abriendo boca.
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