El ajo , para el Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos (NIH – por sus siglas en inglés), es un vegetal perteneciente al grupo de las plantas bulbosas como las cebollas, el cual contiene componentes favorables para la salud de los seres humanos.
Aunque suele ser un ingrediente con olor y sabor penetrante, características que no toleran todos, tiene una funcionalidad importante dentro de la cocina mexicana como condimento, es decir, es sumamente provechoso para las salsas picosas, caldillos, entre otros. Incluso las abuelas mexicanas siempre recomiendan comer un diente de ajo en ayunas para obtener sus beneficios.
Su composición se basa en un alto nivel de azufre (de ahí su olor y sabor fuerte), cuyo elemento se forma gracias a la alicina que se activa al momento de manipularlo, ya sea cuando lo cortamos o cocemos. Además, el ajo contiene arginina, oligosacáridos, flavonoides y selenio, componentes que son antimicrobianos y antioxidantes naturales .
Desde tiempos antiguos los pensadores como Hipócrates ocupaban el ajo para fines curativos, por lo que siempre ha servido como un elemento medicinal que tuvo éxito en relación a diferentes enfermedades (colesterol alto, enfermedades respiratorias o células cancerosas). Desde entonces hasta ahora, el ajo también ha logrado mejorar el funcionamiento del páncreas y del hígado.
Debido a las sustancias antioxidantes con las que cuenta, provoca que las toxinas ubicadas en nuestro hígado se depuren, lo mismo hace con los parásitos. En suma, en nuestro cuerpo habitan metales muy pesados que le cuestan más trabajo de procesar al hígado pero con el ajo, ese proceso, se vuelve más ligero para dicho órganos.
Por otra parte, si padeces de hígado graso, el ajo te ayuda a desinflamarlo debido a que puede servir como depurativo de grasa y colesterol . Así que es recomendable beber una infusión de este alimento en ayunas para tener un mayor resultado.