Para muchos en Brasil, el mejor momento del año es la fiesta y la competición en el famoso Sambódromo de Río de Janeiro. Este año incluyó a sensuales demonios rojos, mujeres subidas a altos tacones y con trajes escasos cubiertos de plumas, cantantes con sus instrumentos y otros con vestidos largos que giraron por la pista para impresionar a los jueces.

Pero fuera del Sambódromo también hay vida. Mientras la élite de la ciudad celebró una fiesta privada, con esmoquin y trajes de coctel que recordaban a la época de "El Gran Gatsby", en la calle un joven vendía botes de espuma en una protesta antigubernamental en Carnaval y los pacientes de un hospital psiquiátricos esperaban pacientemente disfrazados en una acera el inicio de su desfile.

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