Sin resolver, el asesinato de una mujer e hijos en Michoacán
El 9 de diciembre de 2017, Marisela, de 28 años, y sus hijos Christian y Alejandro, de dos y ocho, fueron apuñalados en su vivienda. Jorge Alejandro, el padre de familia, los halló muertos cuando regresó de trabajar, fue el primer sospechoso
La escena del crimen
Jorge Alejandro estacionó su automóvil y subió las escaleras. Al llegar a su departamento vio la puerta entre abierta, la empujó y, la primera imagen que tuvo fue la de Christian sobre el regazo de Alejandro. Estaban en el sillón blanco, como muchas veces los había visto pero, sus ropas estaban manchadas de sangre y sobre sus cuellos se percibían heridas. El cuerpo de Marisela se encontraba tirado en el acceso a una de las habitaciones.
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La familia no tiene enemigos, entonces ¿quién o quiénes los mataron con tanta saña? EL UNIVERSAL realizó la reconstrucción de los hechos y el seguimiento de las investigaciones, la historia es ésta:
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Los pequeños murieron abrazados, como sí los últimos segundos de su vida hubieran decidido pasarlos juntos o algo aterrador los obligó a abrazarse.
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Las investigaciones
La PGJE tuvo desde el principio como una de las piezas claves del triple homicidio a Jorge Alejandro, esposo y padre de las víctimas. Vecinos, familia y la mamá de la Marisela, aseguran que no tuvo que ver.
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La Procuraduría estatal también le sigue la pista a un sujeto que de acuerdo a los vecinos, “es un drogadicto” que fue visto mientras huía y después intentó esconderse en la iglesia del fraccionamiento con sangre en su ropa. Otras dos líneas de investigación apuntan a un problema que la joven madre tuvo con una mujer que le debía dinero y otra hacia un usuario de Facebook que la llegó a persuadir para que le vendiera productos por catálogo.
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Las víctimas
Alejandrito, era un niño de 10 en sus calificaciones, cursaba el tercer año en la primaria “Vasco de Quiroga”. Su papá, era el encargado de llevarlo y recogerlo del colegio. Lo llevaba a su trabajo donde avanzaba su tarea en lo que llegaba la hora de ir a casa. El más pícaro era “Christiancito”, quien volvía locos a los papás y a los abuelos por su sonrisa; era besucón, le gustaba escalar los muebles; comía frutas y verduras.
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Marisela vendía productos por catálogo que ella y su esposo Jorge compraba en una distribuidora de Uruapan, para después revenderlos en pagos. Ofrecía desde zapatos, hasta productos de belleza y lencería. Sus clientes eran sólo mujeres, estaba consciente de la inseguridad que se vive en ese municipio ubicado a 110 kilómetros de Morelia.
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Sara, mamá de Marisela, platica que “Todo el tiempo ayudaba a la gente, nunca peleaba, ni se supo que ella le hiciera daño a la gente, al contrario, siempre fue muy buena. Era noble y lo único que le molestaba eran las injusticias”, expresa con voz entrecortada.