César Fernando Díaz Lucero tenía tres años cuando el incendio lo alcanzó hasta su cama; sufrió quemaduras de segundo y tercer grado en 40% de su cuerpo.
Las mayores afectaciones fueron en brazos, manos, piernas, una parte de la espalda y su cabeza, donde le quedó una enorme cicatriz.
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César Fernando es disciplinado; de lunes a jueves vive en la hiperactividad, entre la escuela, terapias físicas y sicológicas, actividades extra escolares y tareas.
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Como quien presume un trofeo, muestra los puntos de la última cirugía que le realizaron los médicos, quienes le estiraron el cuero y el espacio sin cabello cada vez se hace más estrecho.
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En diciembre pasado, al revisarlo un especialista advirtió que tiene muy grueso el nervio óptico, por lo que existe el riesgo de que se quede ciego.
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Ha participado en equipos de futbol, beisbol y ha tomado clases de violín; afirma que regresará en las vacaciones de verano, antes de entrar a la secundaria.
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Nació el 1 de octubre de 2005, es hijo de Julio César Díaz Damián y Fabiola Lucero Noriega. Estudia el sexto grado de primaria en el Colegio Muñoz.
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Los dedos de sus manos quedaron pegados y sus tejidos —a fuerza de operaciones— han sido rehabilitados con su propia piel. Al adolescente le gusta del deporte y el arte.
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Hace un mes inició el Taller de Artes Plásticas Cezanne, donde desarrolla varias técnicas de pintura y escultura.
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Mientras dibuja, su madre Fabiola Lucero mantiene una mirada de amor y admiración, le gusta que su hijo tenga esas ganas de sentir y de vivir.