Sumidas en la desesperanza por el abandono gubernamental y el desentendimiento por parte de Grupo México, responsable del derrame de 40 mil metros cúbicos de sulfatos y venenos a los ríos Bacanuchi y Sonora, cientos de personas viven entre la desolación, enfermedades y desempleo.
A un año de que 40 millones de litros de sustancias tóxicas llegaran al afluente, los pobladores aún sienten los estragos
A un año de la peor tragedia minera, EL UNIVERSAL hizo un recorrido desde Arizpe, municipio donde está el río Bacanuchi, hasta la presa Abelardo L. Rodríguez en Hermosillo, donde finalmente se depositó el agua contaminada.
Redacción
Aunque desde el 15 de septiembre se constituyó un fideicomiso para resarcir los daños con un fondo inicial de 2 mil millones de pesos, y éste incluyó a 22 mil 878 personas afectadas, miles de pobladores aún reclaman sus pagos.
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Otros ni siquiera están incluidos, como los 6 mil habitantes de El Molinito, en la zona rural de Hermosillo, quienes quedaron fuera, pese a las afectaciones en esa zona.
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La tristeza se refleja en la mirada de los vecinos del río Sonora, pues aseguran que nada volverá a ser como antes. Lo perdieron todo.
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Comen y beben agua con miedo, sienten que en cualquier momento van a enfermar y que al paso de pocos años tendrán cáncer.
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La Cofepris reconoce sólo a 360 personas con daños en su salud asociados a la contaminación del río. Activistas aseguran que son más de 600.
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Durante el recorrido se pudo constatar que el desplome de la actividad económica ha obligado a pobladores a migrar a EU para buscar sustento, pues perdieron sus parcelas, su ganado y se llenaron de deudas.