Su mejor regalo fue un Nintendo 64 que nunca dejó de jugar. Ahora conserva sólo los juegos y tiene la intención de comprarse un nuevo reproductor, pero la desidia le gana.
Redacción César Huerta
Un par de ocasiones tiró el árbol navideño. Por fortuna, hubo pocas esferas rotas, pues eran de plástico. Eso sí, no se salvó de un buen regaño de sus padres.
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De gustos nocturnos, en alguna ocasión intentó descubrir quiénes eran los Reyes Magos, pero el sueño le ganó. Gustaba dormir temprano el 5 de enero, para despertarse de madrugada.
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“Me hacía wey”, dice cuando reconoce que en algún momento supo quienes le llevaban juguetes. Y así fue por varios años, primero por tener un hermano menor y, después, para que no dejara de recibir regalos.
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En su departamento no cuenta con árbol de Navidad, pues le da flojera quitarlo. Un día su mamá le quisó regalar uno que ella tenía, pero se negó.