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Xalapa.— Su cuerpo, mente y corazón siguen sin procesar los sentimientos por los que atraviesa. Por momentos, María de Lourdes Rosales Calva está contenta porque tras seis años de lucha encontró a su hijo desaparecido, pero a veces se deprime y llora sin parar porque lo halló en la fosa clandestina más grande de Latinoamérica, ubicada en Veracruz

“Me siento contenta al haberlo encontrado, sobre todo al ver que muchas compañeras no han podido hallar a sus hijos, y al mismo tiempo estoy triste porque no sé cuándo murió, tampoco me pudieron decir cómo”, afirma.

En julio de 2013, Jonattan Celma Rosales, de 25 años, fue privado de la libertad en su departamento en el puerto de Veracruz. Desde entonces, su madre jamás dio un paso atrás para tratar de localizarlo.

“Fueron años muy cansados, de tristeza, impotencia, de recorrer lugares, penales, centros siquiátricos y forenses con la ilusión de encontrarlo”, relata la mujer, quien se integró a diversos colectivos de familiares de desaparecidos.

A principios de septiembre pasado, recibió una llamada de la Fiscalía General del Estado (FGE) para pedirle que se presentara acompañada de una persona de confianza. Entonces supo que habían localizado a su hijo.

“Fue horrible, creí que estaba preparada, pero no, jamás se está preparado para eso”, confiesa en entrevista con EL UNIVERSAL.

María de Lourdes dice que en unos segundos pasó del regocijo al coraje y luego a la tristeza. Lloró sin parar, hizo una rabieta y después le vino la calma.

“[Sentí] mucha tristeza de ver a mi hijo ahí en huesitos nada más, es algo que duele el alma”, agrega. Su muchacho fue localizado en la megafosa clandestina Colinas de Santa Fe del puerto de Veracruz, el cementerio clandestino más grande América Latina.

Gracias a estudios forenses se determinó que Jonattan estaba entre los 298 cráneos y 2 mil 900 restos óseos encontrados en las 135 áreas de la megafosa. Su cuerpo estaba completo, pero con poco tejido.

Los servicios periciales le confirmaron que los estudios de ADN coincidían en 99%.

En la funeraria La Luz despidió a su hijo. Logró que abandonara las sombras de la fosa y decidió despedirse en un sitio de luz.

“Le dije: ‘Descansa en paz, que ya te encontré. Te amo y siempre estarás en mi corazón’”, recuerda.

Ahora, María de Lourdes no sabe qué pensar de su futuro. Tiene episodios de profunda tristeza, pero sabe que debe seguir adelante por sus otros dos hijos y sus nietos.

Y es que —sentencia con firmeza— el caso no se ha terminado. “La lucha sigue”, insiste.

Se dice lista para seguir la búsqueda de los hijos de sus compañeras, en especial de una que falleció sin encontrar a su hija, desaparecida también en Veracruz.

Otra de sus motivaciones es hacer justicia y obtener respuestas sobre quiénes mataron a su hijo y por qué: “Ahora me faltan los malos, los que le hicieron eso, justicia”.

María de Lourdes colocará este año, por primera vez, la foto de Jonattan en el altar del Día de Muertos, junto con las cervezas y cigarros que le gustaba disfrutar. “Ya lo voy a poner, porque antes no sabía si estaba vivo o muerto”.

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