León.— Sacerdotes, religiosas, sacristanes y hasta los templos han sido objeto del golpe de grupos criminales en el país.
Hace casi un año, el asesinato de dos padres jesuitas en Cerocahui, Chihuahua, generó fuertes condenas de la Iglesia católica.
Recientemente, la madrugada del 15 de mayo, el templo de Santiaguito, uno de los más importantes de Irapuato, fue incendiado intencionalmente. El lunes pasado, el sacerdote Javier García Villafaña fue asesinado en Michoacán.
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La violencia en personas y bienes de la Iglesia católica ocurre pese a los llamados de obispos y sacerdotes en las misas para la construcción de la paz y de sus oraciones para las personas asesinadas, así como para el consuelo de sus seres queridos.
Hacer lo que corresponde
El sacerdote Efrén Silva, rector del Seminario y vocero de la Diócesis de Irapuato, reconoció que corren riesgos al hablar sobre la violencia, pero tienen que hacer lo que les corresponde, tomar medidas y ponerse en las manos de Dios.
“Algo muy importante, creo que lo que tenemos que hacer es seguir con nuestra parte, más allá de los problemas, de las dificultades, tenemos que seguir buscando y ser propulsores de la paz y simple y sencillamente confiar en nuestro Dios. Yo creo que podemos exponernos, que podemos estar en riesgo, que podemos complicarnos la vida por decir cosas y que se tengan represalias, pero es nuestra misión y tenemos que hacerlo”, expuso.
Al referirse al incendio en el templo de Santiaguito, dijo desconocer si fue o no una acción represiva hacia algún religioso y pidió esperar que la fiscalía de Guanajuato esclarezca el caso.
Medidas extraordinarias
“No podemos decir que no ni que sí puedan ser represalias de la delincuencia, creo que estamos expuestos; somos conscientes y el obispo es consciente de que si hablamos de esta manera y si es un grupo organizado y si es alguien que tiene poder, puede hacernos daño”, subrayó.
Ante la violencia que se vive particularmente en el estado de Guanajuato, los sacerdotes han tenido que adoptar varias medidas de precaución.
En la Diócesis de Celaya, por ejemplo, el obispo Víctor Alejandro Aguilar Ledesma canceló la celebración de misas en las calles y en lugares donde se han realizado asesinatos.
El vicario general y vocero diocesano en Celaya, José de Jesús Palacios Torres, explicó que se dio marcha atrás a estas celebraciones por el riesgo que implicaba para las personas que pudiera desatarse una balacera y quedara la gente sin protección.
Tras una racha de extorsiones a sacerdotes detectada en 2019, en la que individuos exigían a los párrocos dinero a cambio de protección, el vicario dijo no tener reportes de nuevas amenazas, pero sí hay una oleada de asaltos a templos desde hace siete meses.
Ante esta situación han tomado medidas como reducir los horarios en los que los templos están abiertos, además de la instalación de sistemas de videovigilancia y la instalación de protecciones de herrería.
Además, los sacerdotes no pueden salir solos ni con desconocidos a impartir sacramentos. Siempre deben ir acompañados. En caso de que alguna persona requiera la unción de los enfermos, primero piden el teléfono de donde los requieren y luego ellos se comunican y de noche se hacen acompañar de un familiar cercano o de un feligrés vecino.
Todo como parte de las medidas de protección y para evitar que corran riesgos.
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