Saltillo.— Cuando Guillermo Iglesias dio la noticia de que su padre, el minero Guillermo Iglesias Ramos, ya no estaría con vida después del siniestro de Pasta de Conchos aquel 19 de febrero de 2006, su madre le pidió traer sus restos de regreso.
“Tráemelo, lo necesito. Quiero que esté conmigo”, le pidió su madre.
Para Guillermo Iglesias, un ingeniero minero de 37 años, en aquel entonces esa encomienda quedó implícita. “Es como un trauma”, dice. Todos los días era pensar en recuperar los restos de su padre. Renunció a su trabajo de entonces para luchar por el rescate. Pero fueron meses, después años.
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“Fue luchar contracorriente, contra mucha corriente”, recuerda el ingeniero, ahora de 56 años, dos años menos que la edad en la que murió su padre en Pasta de Conchos, uno de los 63 mineros que habían quedado sepultados en la mina.
Finalmente, después de 19 años de lucha y tras largos trabajos de recuperación de los restos, le llegó la noticia en enero. Unos restos recuperados corresponden a su padre. Habían sido identificados.
“Fue una alegría. Es la alegría de lo que hace la sociedad cuando lucha y se genera un cambio. Tristeza la forma en que murieron mi padre y mi madre, y la forma como se acabó la familia. Explotó la mina, enfermó mi madre y a los 11 meses falleció”, comenta el ingeniero.
Durante 19 años las familias lucharon contra la negativa del rescate. La empresa Grupo México realizó dos peritajes en donde recomendaban no recuperar los restos por el riesgo que significaba ingresar a la mina. Inclusive, uno de los peritajes señaló la posibilidad de que los trabajadores de rescate pudieran estar expuestos a infecciones crónicas incluyendo hepatitis, VIH, patógenos entéricos y tuberculosis.
El gobierno de México pagó otro peritaje hecho por el Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCYT) el 5 de octubre de 2007 y también llegó a la conclusión de que era “desaconsejable” cualquier intento de rescate por riesgos a la seguridad, higiene e integridad física.
De acuerdo con las autoridades, hasta ahora se han recuperado los restos de lo que se presume son 12 mineros, se han identificado a cuatro y se han entregado dos.
Una bandera de lucha
Los restos de Guillermo Iglesias Ramos fueron velados el 7 de febrero de 2025 y enterrados en el panteón al día siguiente. Los restos pasaron por su antigua casa, por el barrio y la comunidad, antes de ser enterrados junto a su esposa.
Guillermo Iglesias Ramos era un veterano minero de 58 años. Era el capitán de la cuadrilla, según recuerda su hijo. Toda una vida en la extracción de carbón.
Además de ser minero, se ganaba unos pesos como ampáyer en la liga local de beisbol. Vaquero, le decían sus allegados. Esa noche, antes de irse a trabajar, la familia celebraba una reunión y en casa le pidieron que se quedara, que no fuera a trabajar. Él se negó porque si no iba no le daban un bono.
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Sobre la forma en que murió su padre en la mina, Iglesias cuenta que fueron informados que fue aplastado por una roca. “Su cuerpo estaba completo, eso ayudó mucho a la determinación”, relata.
Esta versión contrasta con la información que se dio todos estos años en cuanto a que todos los mineros habían muerto a causa de la explosión. “Fue una propagación de onda con la explosión”, dice. Es decir, se cayó la mina.
Para Guillermo, la recuperación de los restos de su padre, 19 años después, sirven como una bandera de lucha, sirven para que el mundo sepa lo que se hizo mal; que se sepa que la empresa no veló por los intereses de sus trabajadores. Y que siguen impunes. Pero también sirve para que el mundo sepa que el empeño, fortaleza y amor trae frutos.