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Mazatlán.— El llanto de los niños de cuatro años en las aulas habría sido la normalidad en el primer día de clases de un preescolar. Este nuevo ciclo, sin embargo, arrancó con videos en los que cada alumno se presentó con su nombre y edad en su nuevo salón de clases: un chat grupal de WhatsApp.
Para que esta nueva aula virtual estuviera lista, ayer a las nueve de la mañana, como lo marcó el calendario escolar 2020-2021, entre madres, padres de familia y educadoras del Jardín de Niños Gandhi, ubicado en Mazatlán, tuvieron que resolver algunos problemas no contemplados por las autoridades escolares. El principal era cómo se conocerían digitalmente maestras y alumnos de primer ingreso.
Para inscribir a los niños al preescolar, el portal de la Secretaría de Educación Pública y Cultura de Sinaloa (SEPyC) pedía nombre del padre y del alumno, CURP y domicilio, pero omitieron solicitar un teléfono de contacto, según los padres.
Es decir, a través de esa única plataforma, los padres no habrían sabido quién sería la maestra de sus hijos, ni las profesoras a sus alumnos, salvo un directorio en línea con un teléfono de contacto de 163 de 176 preescolares del municipio de Mazatlán.
De hecho, hasta la noche del domingo se podían leer en la página de Facebook de la SEPyC comentarios de madres preocupadas por no saber qué hacer o a quién acudir para informarse.
La mayoría de los 156 alumnos de la escuela Gandhi son vecinos de la colonia Sánchez Elis, que se ubica enfrente de la escuela.
Así que para resolver la distancia digital, las profesoras le encomendaron al conserje Samuel Páez, dueño de una tienda de ese barrio, que compartiera el teléfono de la directora con los padres que llegaran al negocio.
Con el riesgo de ser destruida por la lluvia, también se pegó una cartulina afuera de la escuela con un teléfono.
El rol de la comunidad estudiantil fue clave para los niños que por primera vez en su vida forman parte de una escuela.
Gracias a sus hermanos mayores o vecinos que fueron alumnos de la misma escuela, las madres preguntaron a profesoras de años pasados los contactos de las nuevas educadoras.
Así fue como al segundo grado de preescolar, por ejemplo, llegaron a la nueva aula digital 18 de 29 padres de familia que recibieron la tarea del primer día de clases: un video de presentación.
María del Refugio Lizárraga, madre de Kahlani Rivera, una niña de tres años, fue de las primeras en enviarlo.
Lo que más trabajo le costó, dijo, fue que su hija se despertara temprano, porque nunca ha estado en un salón con otros niños. “Hacerla que haga las cosas no es muy fácil, le presenté a la maestra por video y ya que le enseñé videos de otros niños, apenas así la convencí”, dijo.
En esta escuela se decidió, por acuerdo general de las educadoras, que no era necesario ver las clases digitales presentadas en la televisión nacional por la SEP, debido a que desconocían la programación hasta un fin de semana antes del 24 de agosto.
Por eso, cada maestra envió con anticipación actividades, entre ellas ver un video sobre el Covid-19 en el horario de clases de nueve a 12 horas. Dos madres pidieron más tiempo debido a una jornada doble de trabajo.
Para María del Refugio, de 34 años, ha sido una experiencia “desesperante”, pues no tiene computadora, tiene otra hija, un hogar que atender, hasta hace poco dependía de que un vecino, empleado de un cibercafé, le prestara una dirección de correo electrónico, y además de mamá ahora es maestra de preescolar y primaria. “Te entra la desesperación. Llegó un día en que no pude entender una tarea por más que la busqué en YouTube”, dijo.