Apatzingán.— Para este 6 de enero, la ilusión de Juan Carlos, de cinco años de edad, era que los Reyes Magos le trajeran una pelota. Ese anhelo no se pudo concretar, porque lo que recibió fue una bala perdida en el tórax, proveniente de un fusil de alto calibre.
Su vida acabó en los primeros instantes de este 2021, cuando alguien realizó disparos al aire para “celebrar” la entrada del Año Nuevo.
Originario del municipio de Apatzingán, el pequeño era conocido entre sus vecinos como El Güerito, quienes hoy lo recuerdan como un niño amistoso: cantaba, bailaba y los visitaba con frecuencia.
Por la mañana, el pequeño solía jugar con los juguetes usados que recolectaba en las calles y que compartía con sus hermanos de dos y siete años de edad.
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Juan Carlos era parte de una familia de escasos recursos, por ello vendía pan en las calles para ayudar en casa y tener dinero para jugar en las maquinitas. A diario cargaba un pequeño canasto con 15 piezas de pan sobre su cabeza.
Con sus desgastados tenis, Juan Carlos recorría con sus panes las deterioradas calles de la colonia Pénjamo, ubicada en la orilla de la mancha urbana de Apatzingán.
Por las condiciones de pobreza de su familia, El Güerito no iba a la escuela, pero siempre estaba interesado en aprender más y más de la vida, cuentan sus vecinos.
Juan Carlos era la alegría del barrio y también de su casa. Al lado de sus hermanos, daba un giro a los momentos difíciles, platica Yadhira Aburto, madre del niño.
Año Nuevo amargo
Sentada en la orilla de la cama donde dormía El Güerito, Yadhira, quien está embarazada de su cuarto hijo, recuerda en este municipio de la Tierra Caliente michoacana, que su pequeño tenía dos grandes anhelos a corto plazo: que ya naciera su hermanita y que los Reyes Magos le trajeran de regalo una pelota.
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Sobre el último día de vida de su hijo, la joven madre cuenta que en la víspera del Año Nuevo, el menor tomó el teléfono celular de su tía y empezó a grabar.
Cantaba, bailaba y parecía disfrutar lo que hacía, pues uno de sus hobbies era dejar plasmada su alegría en videos y fotografías, como lo hizo este 31 de diciembre, sin saber que iba a ser el último que pasaría junto a los suyos.
Minutos antes de las 12 de la noche, cuando las campanadas despiden al año viejo y dan la bienvenida al nuevo, los papás de Juan Carlos decidieron irse a acostar.
Yadhira, sabida de que a la medianoche hay personas que disparan sus armas al aire, les sirvió leche y galletas a sus hijos; los acostó y encendió el televisor.
El Güerito se quedó dormido de inmediato, abrazado a un juguete de peluche al que llamaba “el perro muerto”, nombre que le otorgaron debido a que era un peluche muy desgastado.
Sin embargo, la paz duró poco. Minutos después de las 12 de la noche, un estruendo —recuerda Yadhira— interrumpió la tranquilidad de ese hogar.
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Un disparo al aire de arma larga atravesó el techo de lámina de su casa y perforó el menudo cuerpo del menor. Una bala había penetrado el tórax de El Güerito.
El niño, abrazado de su perro de peluche, fue asistido por sus padres; lo llevaron a un hospital, pero sólo para que les confirmaran que el menor había muerto.
Yadhira, expone, no volvió a ver los ojitos abiertos de su hijo: “Sólo intentó respirar, pero ya no pudo más; esa fue su última bocanada de aire. Mi niño se fue”.
Juan Carlos ya no pudo ver la pelota que anhelaba, ni tampoco el nacimiento de su hermana; tampoco pudo vender más sus panes, ni grabar esos videos que tanto gustaba.
Luto en Michoacán
La muerte de Juan Carlos empañó la campaña de “No dispares al aire… puedes matar a una persona”, que desde un mes y medio atrás habían implementado las autoridades municipales, estatales y federales.
Este crimen, además, estremeció a los habitantes de este municipio e incluso de la entidad, que se volcaron en protestas para condenar la muerte de El Güerito.
Ese fue, también, el primer asesinato ocurrido en el estado de Michoacán este 2021.