Taxco.— A simple vista, Taxco parece una ciudad tranquila, para disfrutarla y recorrerla sin prisas, pero no es así. Aquí la violencia criminal se enraizó y a sus pobladores les impusieron el miedo, el silencio, el sometimiento.
El miedo se palpa en sus calles, durante una semana nadie pudo ver un taxi, una combi. Los únicos taxis son los de las artesanías que ofrecen a los turistas; los de verdad siguen escondidos: sus choferes temen ser atacados, privados de su libertad, asesinados.
Este fin de semana, cuando regularmente Taxco está abarrotado por los turistas, sus calles fueron demasiado amplias para los pocos que las recorrieron. El encierro fue la opción para los pobladores.
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El miedo se nota en las voces de los taxqueños. La mayoría prefiere hablar quedito, casi en susurro, de la violencia en que está sumida la ciudad. Nadie se atreve a dar detalles, menos a confirmar un hecho de violencia si no está en un lugar donde se sienta seguro.
Se consideran vigilados, y lo están. Las organizaciones criminales, La Familia Michoacana y Los Tlacos y sus aliados, tienen red de vigilancia y control en toda la ciudad.
Encontrar una cerveza fría sólo es posible en algunas tiendas, las que están autorizadas para venderlas. Ni en los Oxxo pueden vender cervezas u otra bebida embriagante.
Los criminales también controlan la distribución y comercialización de la carne de res, de puerco y de pollo. En estos días, tres veces, de distintas formas lo han dicho: “El único que puede distribuir carne es el alcalde”, Mario Figueroa Mundo, un empresario ganadero.
A los panaderos los obligan a que les compren la harina. Sin la harina del crimen no hay pan en Taxco.
El que se niega a someterse se convierte en un blanco de ataque. Desde hace más de dos años, decenas de negocios han sido atacados, les han prendido lumbre y en otros casos han asesinado a trabajadores y dueños.
Lo mismo le pasa al que se niega a pagar la extorsión que imponen a todos: a los tortilleros, a los que venden material para construcción, a los artesanos, a las misceláneas, a los restaurantes, a los talleres de platería, a las joyerías, a los choferes, en el mercado, a los ambulantes.
La crisis
El sábado 20 de enero detonó la crisis y Taxco se paralizó. Los choferes de los taxis y combis se negaron a dar el servicio. No quisieron seguir siendo los vigilantes del crimen.
Los choferes de taxis y combis estaban obligados a informarles de la entrada de integrantes de la organización criminal rival, del Ejército, e incluso, de personas extrañas o que consideraran sospechosas.
El día que se negaron, asesinaron a uno en pleno centro. Al día siguiente se esfumaron los taxis y las combis.
Esta rebeldía tuvo efectos en cascada. De entrada, puso a gran parte de la población a caminar, luego el ayuntamiento habilitó patrullas de la Policía Municipal, de Protección Civil, ambulancias, camionetas del DIF a dar “aventones”. Unos 10 vehículos dan el servicio, pero resultan insuficientes.
El lunes 22 se suspendieron las clases, la gente se encerró, el comercio se quedó sin clientes. La crisis escaló este fin de semana. El sábado, el tradicional tianguis de la plata lució vacío.
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Se desploma el turismo
Cuando no es temporada vacacional, Taxco vive de sus fines de semana. De viernes a domingo recibe a dos tipos de visitantes: los que van a disfrutar de la ciudad y los que llegan a comprar piezas de plata.
Entre los dos sectores han hecho que los fines de semana la ocupación hotelera tenga un registro recurrente de 80% u 85%.
Este fin de semana, la ocupación hotelera se desplomó: el sábado apenas rozó 15%. El domingo registró 29%.
En el Zócalo, principalmente, se vieron grupos de turistas europeos y otros de Guanajuato que, dijeron, ya tenían planeada la visita.
Lo que sí se notó fue la desesperación en los comerciantes. Muchos cerraron, pero los que abrieron, sus trabajadores hacían de todo para atraer a los turistas.
Muchas joyerías o talleres de platería ofrecieron sus productos hasta con 50% de descuento. Otros imploraron que pasaran porque cerrarían a las 16:00 horas por la falta de transporte público.
En la plaza Borda muchos ambulantes suplicaban porque les compraran alguna artesanía, un llavero, cualquier cosa, porque no habían vendido nada.
En muchos negocios se repitió la escena: desolados con vendedores mirándose unos con otros.
En un fin de semana regular todos se disputan un lugar en alguna terraza con vista hacia la iglesia de Santa Prisca. Esta vez no fue así, estuvieron casi vacías, los restaurantes con balcón sin comensales.
La violencia esfumó a los taxis y combis, y también a los turistas.
La falta de turistas, incluso, provocó que una de las dos empresas de autobús que viajan a esta ciudad suspendiera sus salidas a Taxco y, la otra, las redujo porque no lograron llenar ningún camión.
La noche del domingo el gobierno de Guerrero anunció que a partir de este lunes el servicio del transporte público se reanudaría en Taxco. Apenas unas 10 unidades salieron a dar el servicio, todas resguardadas por policías o soldados de la Guardia Nacional. El resto prefirió seguir en el encierro para evitar represalias de los criminales.
La vida en Taxco aún está lejos de la normalidad.