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Fenómenos previstos y emergentes
Con estudios de posgrado en Ecología Costera, Invertebrados Marinos y Restauración de Ecosistemas de Manglar, Patricia Santos explica que el arrecife mesoamericano es blanco de fenómenos inimaginables que se conocen como emergentes no por su grado de urgencia o de “emergencia”, sino porque “emergen”, “surgen” a partir del cambio de las condiciones del ecosistema, para dar pie a otros fenómenos, igualmente impensables.
“Hablando de fenómenos globales, los fenómenos previstos son aquellos que los modelos teóricos ya nos anunciaban como efecto directo de la atmósfera: El aumento de la temperatura, el derretimiento de los polos, la pérdida de masa de hielo y probablemente ciclones, huracanes, sequías, inundaciones. Son fenómenos que se anticipaba que podían ocurrir.
“Los fenómenos emergentes son los que nos toman por sorpresa, son nuevos, como efecto de nuevas condiciones, como los volúmenes del sargazo y el Síndrome Blanco que no se tenían previstos y que están relacionados con los cambios en las condiciones de salud del medio ambiente”, ahonda.
La calidad del agua vs salud arrecifal
La comunidad científica que estudia el Síndrome Blanco, coincide en que su veloz propagación en el Caribe Mexicano va ligada con la deficiente calidad del agua. La enfermedad es causante del desprendimiento del tejido vivo del coral.
Las acciones humanas, “que elegantemente llamamos Cambio Climático”, han cambiado las condiciones ambientales del agua, ideales para el coral y provocan desequilibrios que, poco a poco, se agravan por la acción de la propia naturaleza, indica García Rivas.
La funcionaria pone como ejemplo a Cancún, que cumple 50 años en abril del 2020. Su infraestructura turística fue concebida de forma planificada, casi con perfección, bajo un modelo masivo que se fue de las manos.
Se desarrolló sobre dunas costeras y agudizó la erosión natural de las playas; taló y rellenó manglares, que filtran los contaminantes que llegan al mar; dañó pastos marinos y enturbia el agua lagunar y del mar, con aguas residuales tratadas inadecuadamente o de plano, vertidas sin más.
“Seguimos manejando mal las aguas residuales y los desechos. Echamos al ecosistema nitrógenos, fosfatos que no son ideales para los corales, organismos que crecen y se desarrollan en aguas estériles, limpias, claras, carentes de nutrientes”, reconoce.
Esta condición es favorable para el florecimiento de algas y macroalgas, como el sargazo, que en grandes cantidades “aporta un factor de estrés adicional a los corales”, indica Santos González.
Sargazo putrefacto, caldo de cultivo de bacterias y virus
El sargazo que llega al Caribe Mexicano es una macroalga pelágica de las especies Sargassum natans y Sargassum fluitans, que se reproduce de forma clonal, es decir, asexualmente, flotando en el mar; duplica su cantidad de materia viva (biomasa) en 18 días.
Su origen se remonta al llamado Mar de los Sargazos, un ecosistema descrito por Cristóbal Colón en 1492, ubicado en el Triángulo de las Bermudas, indica Brigitta Van Tussenbroek, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICMyL) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
“Lo que pasó es que se generó un nuevo Mar de Sargazos o un nuevo florecimiento de esas algas en una región en donde no era abundante, que es el Atlántico Sur, entre África y Brasil y en 2010 se generaron condiciones únicas que detonaron el florecimiento de las dos especies de sargazo”, expone.
En concordancia con otros científicos, la investigadora indica que las corrientes marinas, probablemente afectadas por el calentamiento global, movieron masas enormes de esas macroalgas, hasta el Caribe, cuyas costas jamás habían resentido el arribo de toneladas de esas macroalgas, que han creado un desequilibrio ecológico “enorme”.
Van Tussenbroek se especializó en el estudio del sargazo a raíz de su llegada atípica al Caribe Mexicano, en 2015 y de los impactos que tuvo para los pastos marinos, tema de su expertis. Luego de aquel boom que tomó por sorpresa a autoridades locales y federales, la macroalga prácticamente desapareció de forma natural en 2016 y 2017, hasta que en 2018 volvió a poner en jaque a gobiernos y empresarios. El 2019 no fue distinto.