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Acapulco.— La furia de Otis aún se puede verificar en el fondo del mar. Eran las 11 de la noche del 24 de octubre de 2023 cuando el huracán categoría cinco estaba entrando a Acapulco. Llegó con vientos devastadores, con una furia inclemente. En la bahía arrastró todas las embarcaciones —unas mil se calculan—, las arrastró cientos de metros sin importar el tamaño. Olas inmensas, nunca vistas, las golpearon brutalmente.
El capitán Lorenzo Esteban Hernández Chavarría, alias El Rudo, es un sobreviviente, vivió y sintió la fuerza de Otis en su embarcación, el yate Black Tuna.
Los vientos arrancaron al Black Tuna de su ancla, un bloque de cemento de 10 toneladas de peso que parecía mantenerlo a salvo, además lo arrastró mar adentro y lo hundió. El Rudo pudo saltar de la embarcación, y dos horas después el mar lo “escupió”.
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“Terminé como pescado para freír, todo raleado”, recuerda.
La fuerza de los vientos no sólo hundió las embarcaciones, a la mayoría las hizo pedazos, las partió a la mitad, las fragmentó, y dos años después muchos de esos pedazos siguen ahí, en el fondo del mar.
En junio pasado, el oceanólogo Efrén García Villalbazo arrancó un proyecto de limpieza y restauración del fondo marino. El objetivo es sacar la mayor cantidad posible de los restos de las embarcaciones que destruyó el huracán Otis esa noche del 24 y madrugada del 25 de octubre de 2023 en Acapulco.
El proyecto se llama SeaFinder, una propuesta ciudadana financiada en esta etapa por las empresas Natura y la automotriz Audi, por ser donadores del programa de Naciones Unidas para el Desarrollo. La única ayuda oficial que reciben es un acuerdo que realizaron con el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) quienes recogen los desechos sacados del mar y los llevan al relleno sanitario.
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Días después del paso de Otis, Efrén García y un grupo de acapulqueños se preocuparon por el fondo marino. La devastación en la superficie era evidente, decenas de yates y barcos amontonados en playa Manzanillo, en Club de Yates, en la Marina. En los primeros días, muchos buzos de Acapulco comenzaron a meterse al fondo de mar, pero para rescatar cadáveres de los marineros que se quedaron esa noche a cuidar las embarcaciones, también para buscar un rastro de las decenas de desaparecidos.
En el mar, Otis dejó la tragedia más grande. Según informes oficiales, casi la mitad de las personas que murieron en el puerto —unas 52— lo hicieron en las embarcaciones. Otras 32, que también estaban cuidando los navíos, siguen desaparecidas.
Desde el año pasado Efrén y el equipo han trabajado en el proyecto, compraron un catamarán que Otis dañó, lo reconstruyeron y lo adoptaron, ahora es en esencia una plataforma flotante con una grúa. También adquirieron un sonar de escaneo lateral.
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Ubicaron la zona de mayor daño: del Parque de Reina hasta el Club de Yates, donde los vientos arrastraron las embarcaciones, unas 150 hectáreas. El área la llamaron Polígono Las Marinas.
Al inicio de este año comenzaron las pruebas. No querían correr. Por eso —explica Efrén García— en el proyecto son muy pocos, no quieren poner en riesgo a nadie.
“Muchos se han acercado, que quieren ayudarnos, pero les decimos que no porque se requiere de buzos experimentados por las maniobras que se hacen”, explica.
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En el fondo del mar, Efrén García y el equipo han hallado, sobre todo, restos de embarcaciones: pedazos de fibra de vidrio, cables, baterías de automóvil, metales pesados, aparatos electrónicos, sonares, aceites, combustible. Todos elementos altamente tóxicos. Todos letales para la flora y la fauna marina.
La limpieza es casi manual, es ir sacando pedazo por pedazo con las manos, y algunas, las más grandes, las alzan con grúa. Hace un año, recuerda Efrén García, la Secretaría de la Marina llegó con un barco muy grande para tratar de sacar las embarcaciones. No lo logró. Cuando quería sacar los fragmentos de las embarcaciones se rompían porque la mayoría están construidas con fibra de vidrio. Otro problema fue que los restos de las embarcaciones no están a tanta profundidad, un barco como el de la Marina dañaría el fondo marino.
Efrén García afirma que decidieron hacerlo de esta manera para dejar de fragmentar aún más la fibra de vidrio, porque hacerlo es expandir más y eso significa contaminar más. “Hay un empeño en hacerlo de manera manual y tiene que ver con la conservación del ecosistema marino, no sería recomendable meter una draga porque va recogiendo a lo mejor más que nosotros, pero al mismo tiempo va destruyendo la estructura del fondo marino. De manera manual te da chance de ir seleccionando, lo haces de manera más ecológicamente amistosa”.

De junio a septiembre sacaron del fondo del mar unas 40 toneladas de desechos, apenas 5% de todo lo que hay que limpiar, dice Efrén García.
Calentamiento del mar
Otis comenzó 10 meses antes justo en el mar. Juan Barnard Ávila es biólogo marino y desde hace años estudia el comportamiento del océano.
Barnard Ávila explica que 10 meses antes de Otis se formó una ola marina de calor que no es otra cosa que el calentamiento del mar.
“Las olas de calor de la tierra pueden durar una semana, una cosita. Pero en el mar, ¿qué creen? La más larga que se ha detectado ha sido de 14 meses. En Acapulco no andamos tan errados: fueron 10 meses antes de Otis”, explica.
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La ola de calor dio indicios meses antes de lo que se podría venir. Cuenta que un amigo buzo de Huatulco, Oaxaca, le llamó por teléfono para decirle que los corales se estaban blanqueando.
El blanqueamiento de los corales, explica Barnard Ávila, es por el calentamiento del agua marina y es probable que mueran. En esos días, la temperatura del mar llegó hasta 32 grados, cuando lo normal es 28, un escenario ideal para el desbocamiento de un fenómeno como Otis.
“En Otis se conjugaron muchas cosas, fue como la película La Tormenta perfecta. Otis estaba avisado (…), el blanqueamiento de los corales es un punto de inflexión es ese momento en los que un ecosistema o los ecosistemas alcanzan un punto en donde ya es tal la degradación que es tan grave e inevitable. Y tuvimos el primer aviso como un punto de inflexión. Un aviso en la cuestión biológica, un aviso que algo venía fuerte”, dice.
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Recuerda que con esa información acudió a las secretarías de Turismo y del Medio Ambiente estatal, eso —reconoce— fue un error, tuvo que haber ido a la Secretaría de Protección Civil para alertar.
Pero lo peor de todo, es que actualmente la temperatura del mar en Acapulco se está homogeneizando, está a unos 30 grados y otra vez hay un escenario ideal para un huracán como Otis.
“¿Qué pasó hace dos años? Que decían que Otis tocaría tierra en Tecpan, en Zihuatanejo, pero cuando llegó a Acapulco dijo ‘aquí me quedo, porque aquí hay lo que quiero: agua caliente’”, indicó Barnard Ávila.
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Pide incluir tres palabras en el vocabulario de los que viven en las costas: intensidad, frecuencia y vulnerabilidad. A partir de ahora, advierte, los huracanes serán más frecuentes, más intensos y la vulnerabilidad de la población será mayor.
Actualmente trabaja en una red hidrográfica que monitorea las columnas de agua, la temperatura, la densidad del agua, el oxígeno, dióxido de salinidad y la variación de las corrientes, entre otras cosas.
Considera que es necesario que se instale en por lo menos 12 municipios costeros de Guerrero y Oaxaca; sin embargo, no ha encontrado eco en las autoridades.
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Contaminación del mar
La limpieza del mar es una urgencia y una necesidad. Los restos de las embarcaciones se expanden más al paso del tiempo. Los residuos de la fibra de vidrio se van fragmentando y son consumidos por los peces, peces que después pudieran ser consumidos por las personas.
La contaminación está afectando también la fauna, Efrén García explica que por lo menos en el área donde han estado limpiando ha notado la ausencia de flora y fauna marina.
Afirma que la limpieza es necesaria para que las playas y el mar estén en las mejores condiciones para los visitantes, porque al final estas siguen siendo las principales ofertas turísticas de Acapulco.
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