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Poza Rica.— A dos meses de las inundaciones que azotaron a Veracruz, habitantes de Poza Rica continúan levantando sus casas entre polvo y basura; con enfermedades respiratorias y estomacales, un drenaje que se fracturó, además de la desatención del gobierno, que dio por terminada la ayuda a damnificados hace semanas.
En algunas colonias de la ciudad todavía se observa maquinaria pesada que retira escombros y desazolva el drenaje que acumula toneladas de basura; sin embargo, estas acciones son posibles gracias a la organización de los vecinos que pagan desde 40 mil hasta 100 mil pesos por devolver este servicio básico a sus hogares.
La reparación es lenta, pues sin drenaje los damnificados no pueden lavar las pocas pertenencias que recuperaron, tampoco pueden cocinar ni bañarse, por lo que muchos optaron por abandonar sus viviendas hasta convertir calles de la colonia Las Gaviotas en zonas fantasma, sólo con rastros de que alguna vez vivieron familias ahí.
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En otras zonas la situación es similar o peor, gente que lo perdió todo todavía no puede entrar a sus casas —donde el agua alcanzó hasta dos metros de altura— por obstrucciones de basura, porque la corriente del río Cazones levantó sus banquetas y portones o porque los focos de infección siguen activos, derivados de los problemas de drenaje que hay en sus colonias.
La inseguridad también provocó el desplazamiento de habitantes de Las Granjas, Las Gaviotas, Magisterios, La Esperanza, Morelos y Lázaro Cárdenas, pues en las últimas semanas vecinos han documentado robos a casa-habitación y de los pocos electrodomésticos que dejaban en sus jardines, con la esperanza de repararlos algún día.
El polvo y suciedad acumulada en las principales calles y avenidas también han provocado enfermedades respiratorias, mientras que las coladeras abiertas y la falta de agua potable han generado enfermedades estomacales y hongos en niños y adultos mayores. El suministro de agua también es deficiente, en calles enteras la corriente reventó las tuberías y hasta la fecha sólo hay presión por unas cuantas horas una vez a la semana.
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“El municipio dice que sí va a hacer cambio de drenaje, ¿pero cuándo? Hay gente que aquí ya no vive, se fueron y nosotros somos los que estamos batallando. Nos pusimos de acuerdo para cooperar, se cotizaron varios presupuestos, hubo uno que nos cobraba 400 mil pesos por arreglarlo”, dice Celia González, habitante de la colonia Las Gaviotas.
Desde 1987, la vecina se ha enfrentado a tres inundaciones, por lo que refiere que el drenaje está podrido. En octubre, su familia perdió todos sus electrodomésticos, colchones, y los escombros le provocaron heridas que se complicaron por la diabetes que padece.
A dos meses de la inundación, clama a las autoridades: “Que nos echen la mano, que no nos abandonen porque somos personas, somos hermanos y debemos apoyarnos”. A pesar de que recibió dos apoyos de 20 mil y 70 mil pesos, esto no es suficiente para amueblar y pintar su casa, cooperar para la reparación del drenaje y atender su salud, que se agravó tras la tragedia.
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En el caso de Miguel Ángel Ibarra, las calles destruidas lo imposibilitan a arreglar su casa, no puede limpiar ni pintar, y el dinero que le dio el gobierno lo utiliza para sobrevivir. Hasta la fecha sigue cooperando para reparar el drenaje, pues el gobierno iba a atender su colonia hasta dentro de cinco meses.
“Nos dieron 20 mil pesos, luego 40 mil y un vale de enseres que hasta ahorita no nos han dicho absolutamente nada. No nos han contactado, nada más nos dijeron que por teléfono iba a llegar un mensajito como la vez pasada”, indica.
Organizado con sus vecinos, también realiza rondines de vigilancia para evitar robos en las viviendas, problema que el gobierno municipal de Fernando Luis Remes ha ignorado. “La alcaldía que ya se va sí dejó mucho que desear”, afirma.

En la colonia Morelos, un trozo de madera sostiene la vivienda de Leydi Laura García, quien lo colocó estratégicamente con ladrillos para evitar que el techo colapse. En una calle llena de lodo y escombros, la vecina describe cómo las intensas lluvias desaparecieron a vecinos y arrastraron todas sus pertenencias en un abrir y cerrar de ojos.
“Lamentablemente no a todos nos llegó el pago que supuestamente era para nuestras viviendas. Perdimos todo: perdimos muebles, casa, familiares, todo. Supuestamente nos iban a dar enseres y hasta ahorita no nos han dado nada”, dice.
Además de tristeza, la mujer muestra molestia porque los apoyos del gobierno fueron entregados de forma desigual. En zonas donde se registró pérdida total, la ayuda fue mínima y los dejaron a su suerte; mientras que la desinformación también entorpeció el desalojo de las familias, pues se decía que el agua no alcanzaría a su colonia.
A pocos días de la Navidad, su familia se encuentra desamparada y en peligro inminente, pues cualquier viento fuerte podría derribar su casa. Las escuelas a las que asisten sus hijos aún no se recuperan de los daños y hay incertidumbre entre sus vecinos, que reparan como pueden sus hogares e intentan levantar el ánimo de los más pequeños.
Para Lorenza Martínez, el 10 de octubre definió el futuro de los cinco miembros de su familia, que perdieron su casa de madera, muebles y pertenencias más preciadas. Con el apoyo del gobierno sólo pudo comprar bloques y cemento para levantar su casa, que colinda con un arroyo que se desbordó en minutos.
“Se cayó la casa y nos fuimos a un albergue, allá estuvimos casi un mes. Y, pues, ahorita regresamos, ahorita es como empezar de cero”, refiere la vecina de la colonia Morelos. Comenta que cuando regresaron, su esposo encontró a su gatito Mau trepado en un árbol, donde sobrevivió de puro milagro.
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Comercio azotado por las bajas ventas
En el ámbito comercial, las pérdidas continúan en toda la región.
Las inundaciones alcanzaron a negocios locales y de cadena cuyas instalaciones siguen en abandono o con cristales rotos, tablas levantadas, paredes cubiertas de lodo y sin electricidad.
Algunos optaron por cerrar definitivamente sus negocios. Y unos pocos sobreviven con bajas ventas, y aunque se mantienen optimistas, se percibe un ambiente de dudas y temor, pues en plena temporada alta productores y comerciantes no se han recuperado de la tragedia.
“A todos nos afectó porque todo lo poquito, lo mucho que había de mercancía, todo lo tuvimos que tirar porque son productos que no aguantan el agua. Tardamos más de un mes y todavía estaban escombrando, pintando. A pesar de los dos meses, todavía no nos arreglamos 100%”, cuenta Alejandro Carpio. Su negocio de chiles secos, semillas y harinas fue pérdida total porque el agua inundó cada rincón de la Central de Abastos de Poza Rica, donde comerciantes tiraron sus productos para poder lavar y retomar la venta lo más pronto posible.
Escuelas, con muchos pendientes
En Poza Rica, las escuelas que ya están funcionando completamente son contadas. La mayoría tiene clases de forma escalonada y los estudiantes tienen la oportunidad de faltar sin que eso afecte sus calificaciones, pues los docentes comprenden que muchos lo perdieron todo y sus familias aún no se recuperan.
En el caso de la Primaria Sebastián Lerdo de Tejada, en la colonia Las Gaviotas, y de la Escuela Primaria Oswaldo Flores Azuara, en la colonia Morelos, así como jardines de niños, las clases presenciales siguen suspendidas y los alumnos sólo recibieron cuadernillos para no perder el ciclo escolar.
La Escuela Primaria Estatal Club de Leones No. 1, de la colonia Lázaro Cárdenas, se encuentra sin mobiliario, libros ni materiales para poder recibir a los alumnos. Las maestras hicieron pizarrones de cartón y organizaron una colecta para comprar 85 mochilas para que los niños pudieran regresar a clases.
“Hemos traído con recursos propios una mesita, banquitos. Los salones están totalmente vacíos, no tenemos nada. Llegó una computadora y una impresora nada más, pero poco a poco nos vamos ajustando”, explica la maestra Edna Guillermina, quien se dice contenta de volver a ver a sus estudiantes.
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