Tijuana.— Margarita y Armando, dos migrantes hondureños, abandonaron lo que sería su . Aunque lograron entrar a Estados Unidos en condición de , decidieron salir del país junto a sus seis hijos, y regresar a su nación.

La migración ahora cambió de rumbo y familias enteras viajan hacia el sur para escapar de las detenciones, redadas y, sobre todo, de las separaciones de familias.

“Mi mayor miedo no era que nos deportaran. Si fuéramos mi marido y yo está bien. Lo que me daba terror era que si nos arrestaban y llevaban a un centro de detención, nos separaran de nuestros hijos ¿Cuándo los íbamos a recuperar?”, explica Margarita desde la pequeña casa de campaña instalada en el albergue Movimiento Juventud 2000 en Tijuana, que se ha convertido en su hogar temporalmente.

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Margarita, su esposo Armando y sus seis hijos llegaron a un refugio de Tijuana, tras decidir autodeportarse de Estados Unidos por temor a las redadas. Foto: Aimee Melo / EL UNIVERSAL
Margarita, su esposo Armando y sus seis hijos llegaron a un refugio de Tijuana, tras decidir autodeportarse de Estados Unidos por temor a las redadas. Foto: Aimee Melo / EL UNIVERSAL

Durante las últimas semanas, migrantes con y sin documentos de residencia en Estados Unidos comenzaron a llegar a México.

Las familias dejan la Unión Americana de forma voluntaria, aunque bajo presión de las nuevas políticas migratorias implementadas por el presidente Donald Trump y por los ataques por discriminación.

El sueño que no fue

La noche del 17 de junio de 2025 Margarita, Armando y sus seis hijos —con edades de entre 13 y tres años— dejaron lo que hasta entonces consideraban su hogar. Un cuarto que rentaban en una pequeña ciudad agrícola ubicada al norte de California y dedicada a la pizca de uva.

Habían escapado de la violencia en Honduras, luego de que integrantes de una pandilla los quisieron extorsionar; pidieron asilo en Estados Unidos y se los dieron.

Armando trabajaba en la construcción, y ella se iba a los campos donde piscaba, trasladaba la fruta y la empacaba.

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Pat Murphy, director del albergue, señaló que no es una sorpresa que los migrantes estén saliendo de EU. Foto: Aimee Melo / EL UNIVERSAL
Pat Murphy, director del albergue, señaló que no es una sorpresa que los migrantes estén saliendo de EU. Foto: Aimee Melo / EL UNIVERSAL

El matrimonio llegó a Estados Unidos con sus tres hijos mayores. Durante los años que vivieron allá, Margarita dio a luz a otros tres, y en ese tiempo construyeron una vida y planeaban un futuro. Sus hijos iban a la escuela, aprendieron inglés, se convirtieron en bilingües y dominaban dos culturas.

Ahorraron para construir una casa en Honduras, pensaban en costear la universidad de sus hijos más grandes, un niño y una niña —gemelos de 13 años—. Soñaron con regalarles la oportunidad que no tuvieron y que difícilmente podrían darles en su país, pero renunciaron al sueño de crear una vida con mejores condiciones a raíz de un operativo realizado a principios de junio.

Agentes del Departamento de Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) hicieron una redada y arrestaron a empleados de la empresa agrícola donde trabajaba Margarita.

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“No les importó nada, sólo llegaron y se llevaron gente. Algunos tenían permisos, tal vez otros no, pero ni siquiera revisaron, sólo tomaron a la gente y se la llevaron”, recuerda la mujer mientras sostiene en brazos a su bebé y lo recarga junto a su pecho. “Pensar en el dolor de esas familias, que ahora están rotas, me dio mucho miedo”, expresa.

Siembran el temor

Para Pat Murphy, director del albergue temporal Casa del Migrante, en Tijuana, el retorno de migrantes de forma voluntaria no es una sorpresa cuando el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha mantenido un discurso de odio y aplica una serie de acciones que han causado terror e incertidumbre entre la población migrante.

En enero pasado, justo al tomar posesión de la presidencia y llegar a la Casa Blanca, suspendió de inmediato el sistema de asilo. Además, puso en marcha un proyecto masivo de deportaciones, cuyos resultados no sólo se ven reflejados en una cifra histórica de operativos del ICE con el arresto de migrantes sino también en las imágenes de esas acciones y las deportaciones en redes sociales, lo que genera miedo.

En mayo pasado el gobierno estadounidense inició una campaña para ofrecer una compensación económica de mil dólares a los migrantes que aceptaran salir del país de manera voluntaria.

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En junio, la Corte Suprema votó a favor de que los jueces federales perdieran la autoridad de congelar las políticas impulsadas a nivel federal de manera preventiva. Es decir, quedaron imposibilitados de frenar órdenes ejecutivas, como la propuesta para eliminar la ciudadanía por derecho de nacimiento.

“Con la desesperanza y todo lo que está pasando, las familias sienten miedo, el miedo es la principal herramienta [de Trump] y estos retornos es lo que podríamos ver en la frontera porque la mayoría de las deportaciones en este momento son hacia el centro y el sur del país [México], por eso es mejor para muchos de ellos salir voluntariamente, pero cerca”, explica el padre Murphy.

No tienen más de una semana en Tijuana, pero Armando, esposo de Margarita, ya trabaja en una tienda cerca del albergue. Sale durante la mañana y regresa en la tarde, con ese dinero paga la comida de su familia, y su intención es ahorrar suficiente para pagar el traslado de todos a Honduras. A pesar de las condiciones que enfrentan tras su retorno, está seguro de que tomaron la decisión correcta.

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“Lo importante es que estamos juntos, que seguimos siendo familia, claro que tenemos miedo de regresar porque no sabemos si la amenaza aún nos espera, pero también sé que para nosotros no hay sueño americano ni ningún otro sin nuestra familia completa”, dice Armando.

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