Amecameca.— A pocos metros de la salida de este municipio, en el Estado de México, Genaro, de 27 años, y su hermano Diego, de 31, toman su primer descanso después de haber caminado durante casi un día completo.
Su destino es la Basílica de Guadalupe, en la Ciudad de México, donde planean festejar el santo de la Virgen.
Cuentan que desde hace cinco años hacen esta peregrinación, en la que recorren más de 100 kilómetros desde su pueblo de origen: San Miguel Papaxtla, en Cholula, Puebla.
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“Queremos llegar antes de que cierren la Villita para verla en su cumpleaños”, dice Genaro a EL UNIVERSAL, mientras coloca en el suelo una figura de la Virgen hecha con fibra de vidrio, la cual mide más de un metro y ha cargado en la espalda por más de 12 horas. Durante su descanso, se dispone a comer un taco de pollo rostizado, su primer alimento desde que salió de casa.
Peregrinación contrarreloj
Cada año, miles de peregrinos viajan a pie en estas fechas para llegar a ver a la Virgen de Guadalupe el 12 de diciembre, y el Paso de Cortés, en el límite entre Puebla y el Estado de México, es uno de los puntos de encuentro y descanso.
Este año, debido a la pandemia, no es así. Tras el anuncio de que la Basílica cerrará del 10 al 13 de diciembre, el paso de los peregrinos es casi nulo.
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“Este año, [el trayecto] ha sido más difícil de lo normal porque no hay gente, no hay nada, ni comida. Siempre nos encontramos con muchos creyentes, descansamos juntos y nos vamos en grupo (...) Así da gusto caminar, pero este año no hay nadie, solamente hemos visto a nueve peregrinos durante todo nuestro viaje; eso da tristeza, baja el ánimo, pero no nos vamos a detener”, añade mientras transcurre su descanso.
Diego y Genaro son campesinos; el primero cultiva nopal, el segundo, maíz. Ambos viajan con lo indispensable para aminorar el pesado camino y no llevan cubrebocas, no lo consideran necesario porque no temen al Covid-19.
“En mi pueblo eso no existe, allá no hay esa enfermedad”, asegura Genaro.
Sus pies, vestidos con sandalias de plástico, lucen ya cansados, llenos de tierra por los tramos de terracería que han recorrido. Saben que tienen que llegar a la Basílica el miércoles 9, antes de que cierre sus puertas. Es por eso que este año no se han detenido a dormir.
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Su plan para el martes era llegar a Chalco, Estado de México, a descansar un par de horas y retomar el camino durante la madrugada para llegar a la Basílica de Guadalupe la mañana del miércoles y alcanzar, “aunque sea un ratito”, a ver a la Morena del Tepeyac.
“Este año estamos viajando más rápido; casi siempre hacemos tres días y dos noches, pero en esta ocasión tenemos que hacer el viaje en dos días y una noche, antes de que nos cierren.
“De todas formas, si no llegamos, pues la Virgen no se va a mover, ahí es su casa e igual que cada año vamos a llegar a darle las gracias. Somos devotos desde chiquitos y vamos con gusto”, asegura Genaro.