Tochimilco, Pue.— Entre el color del papel china, el sonido del martillo sobre el cincel y el eco de las tradiciones que se resisten a morir, en Tochimilco, Puebla, pervive un arte que no sólo adorna las ofrendas del Día de Muertos, sino que también da forma al alma de una familia: los Copantitla Arizalmeco.
En el taller, las manos de Sandra Arizalmeco se mueven con precisión y cariño. Cada golpe al papel es un diálogo con la memoria. Aprendió este oficio de su esposo, quien a su vez heredó la técnica y el amor por el papel picado de su padre, don Jorge Copantitla, el hombre que sembró en Tochimilco una tradición que hoy se reconoce por su autenticidad y su belleza.
“Fue gracias a mi esposo que conocí este arte, y desde entonces se volvió parte de mi vida y el sustento de nuestra familia”, comparte.
Un legado que respira tradición
El origen de esta historia se remonta a los días en que don Jorge elaboraba las ofrendas monumentales del pueblo. Mientras otros compraban los adornos, él decidió crear los suyos: delicadas tiras de papel recortadas a mano, conocidas como barandales, que se colocan en las orillas de las ofrendas. Su estilo pronto se volvió inconfundible en Tochimilco: figuras vibrantes que parecían cobrar vida al moverse con el viento.

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Con el tiempo, este arte se transformó en herencia familiar. Hoy, hijos, nietos y nueras continúan la labor que inició don Jorge, convirtiendo cada diseño en un homenaje a la tradición, pero también en una expresión del presente.
Arte hecho con amor
Aunque la familia Copantitla se apoya en herramientas digitales para diseñar algunos patrones, cada pieza se elabora de forma completamente artesanal. Con una base de plomo, cinceles de distintos tamaños y una paciencia infinita, Sandra y su familia transforman simples hojas de papel china en obras únicas.
“El papel picado que nosotros hacemos es personalizado. Podemos crear desde las clásicas calaveras hasta retratos de personas o mascotas que ya partieron. Lo importante es que tenga un significado para quien lo encarga”, explica.


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Ese toque personal es lo que distingue su trabajo. Mientras en otros lugares abundan los diseños genéricos, en Tochimilco cada encargo se convierte en una historia: una ofrenda para recordar, una boda que celebrar, un rostro que no se olvida.
Tradición viva
Las tiras de papel picado elaboradas con papel china se venden en 25 pesos, las de plástico cuestan 30 pesos, mientras que las hechas con material metálico alcanzan los 55. Sin embargo, más allá del precio, cada pieza encierra el valor de una tradición que ha sobrevivido gracias al esfuerzo familiar.
En cada figura recortada late la herencia de don Jorge y el amor con que su familia sigue dando color al viento. Así, el papel picado de los Copantitla no sólo adorna las ofrendas, sino que también mantiene viva la memoria y el arte popular que distingue a Tochimilco, un pueblo donde el alma se celebra con cada corte, cada pliegue y cada respiro del papel.

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