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A las artesanas de Hidalgo no les sorprendió que la firma española Mango plagiara sus modelos de bordado conocidos como tenangos y los plasmara en una línea de suéteres a los que identifica como jersey bordado floral.
Esto se ha vuelto cotidiano, lo mismo lo han hecho empresas nacionales que extranjeras y no hay forma de ganarles, es una lucha perdida, coinciden las Mujeres de Tenango de Doria, que sí tienen una marca registrada, con un total de mil 726 artesanos: mil 549 mujeres y 177 hombres.
En este municipio, ubicado en la zona otomí-tepehua, se dedican al bordado de tenangos, que son figuras inspiradas en la flora y fauna, aderezados con aspectos místicos de la región que se encuentra resguardada por el Cerro Brujo, una montaña que —dicen los indígenas— otorga el don de pintar las figuras rupestres que han inspirado los bordados.
Es toda una cosmovisión lo que tienen los tenangos, señala la subsecretaria de Participación Social y Fomento Artesanal de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso), Kenia Montiel Pimentel, quien asevera que el área jurídica de esta dependencia analiza acompañarar a las artesanas en denuncia penal, que se ingresaría ante el Ministerio Público, en contra de la multinacional Mango.
Señala que tanto la Sedeso, como la Secretaría de Cultura, se reúnen con las artesanas para que en conjunto acudan a las oficinas de la representación de la empresa española, para hacer lo señalamientos correspondientes sobre la autoría de los diseños; este sería el primer paso y posteriormente la situación jurídica.
Además —dice— se les ha apoyado en el registro de marca ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), por lo que si alguna descubre el plagio de sus diseños se puede hacer la denuncia.
Añade que uno de los obstáculos por los que los bordados han sido retomados por diversas firmas, es que no se ha podido tramitar la denominación de origen debido a que la tela que es manta y los hilos pueden encontrarse en cualquier lugar.
Por ello, advierte que uno de los primeros pasos es que se pueda demostrar el plagio.
Kenia Montiel refiere que la lucha es por el reconocimiento del bordado; que se conozca en todo el mundo el tenango puede ser calificado como bueno, eso es lo que se pretende, “pero que se le dé a los bordadores el crédito por su trabajo”.
Explica que apenas se trabajó con la empresa cuca&paloma para que se incluyera una tarjeta en las bolsas que ofertan en su página en línea, donde aceptaron que el bordado es de origen hidalguense y el nombre de la persona que lo efectuó, eso es lo que se busca con las marcas que de manera indebida se apropian de los dibujos, como lo hizo Mango, refiere.
Desánimo. Las artesanas Adelzayda Canales Luna, Liliana Manrique San Agustín y Beatriz José Cajero, por experiencia dicen que es casi imposible iniciar alguna controversia en contra de los diseñadores o las empresas.
Adelzayda refiere que “casi es inevitable el plagio, aunque tenemos marca registrada, somos un comercio muy pequeño y demandar a ese tipo de empresas no es fácil, ni siquiera unidas”.
Para Beatriz Cajero, una joven de 27 años, que desde los siete se dedica al bordado, el plagio de los tenangos es algo con lo que ha vivido siempre, “hemos escuchado que tal o cual empresa lo hace, pero estamos en la indefensión. Me da tristeza que hagan eso, cómo es posible que se pirateen el arte indígena”.
Acusa que ningún representante de estas marcas los busca, quienes llegan son los intermediarios, generalmente del Estado de México, Puebla y Guadalajara, que compran en grandes cantidades las prendas, a bajos precios, y las revenden o se acercan con los diseñadores.
Mientras que Liliana Manrique advierte que los diseños de sus bordados no sólo son exhibidos en el extranjero sin ningún permiso, sino que también llegan a varias regiones del país, como es el caso de Puebla, y se distribuyen como “originales”.
Durante muchos años las bordadoras de tenangos sufrieron la explotación de sus productos, donde un camino de mesa de dos metros por 40 centímetros —cuyo tiempo de bordado es de seis y ocho meses— se vendía en 250 pesos. Las condiciones han mejorado, pero el plagio persiste sobre todo por empresas extranjeras, señalan las bordadoras.
En 2014 también se acusó a Hermes y a Pineda Covalin de utilizar de manera indebida los diseños de tenangos. En el caso de Hermes, un diseño en una mascada alcanzó un precio de seis mil pesos, pero a las artesanas se les regatea incluso una prenda de 150 pesos. A mí me han llegado a decir: “¿No siente que le pierde?”, y sí a veces le pierdo, lamenta Adelzayda.
En el caso de los suéteres similares a los de Mango, las artesanas tienen que luchar para que el consumidor les pague entre 700 y 800 pesos, pero la tienda española los coloca en mil 599 pesos, es decir, el doble de lo que se les paga a las indígenas.