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Tlaxiaco.— “Doña Dominga es de las primeras mujeres en anotarse para asistir a talleres, aunque está muy ocupada nos acompaña y siempre nos motiva”. Así describe Euteria Santiago Aguilar a Dominga, de 50 años, ambas integrantes de la colectiva Kimi Ndii, en Santa María Cuquila, comunidad del municipio de Tlaxiaco, en la Mixteca de Oaxaca, conocida por vivir principalmente de remesas.
Dominga es una mujer fuerte, pero de carácter blando. La sonrisa la caracteriza y siempre anima a quien llega a preguntarle de sus tejidos de lana.
Su tiempo lo distribuye entre el cuidado de los borregos y los quehaceres del hogar, y el tejido con otras mujeres de la comunidad. “Con el trabajo de la casa no tengo suficiente tiempo, pero sí vengo a enseñarles y estar acá con ellas tejiendo”, narra a EL UNIVERSAL desde una tienda de tejidos gestionada por la colectiva desde hace varios años.
En la familia de Dominga el tejido es un conocimiento que se hereda entre las mujeres. Así ha sido siempre. “Mi mamá aprendió de mi abuelita y ella de su mamá, yo le estoy enseñando a mi hija, para que ella sepa y pueda vender”, platica mientras peina un montón de lana.
Los quehaceres del campo, de los hogares, siempre acompaña a las mujeres de las comunidades de la Mixteca, como Cuquila; sin embargo, hace más de 10 años un grupo de mujeres emprendió una colectiva para ayudarse y vender sus productos a falta de ingresos.
Kimi Ndii, como la nombraron, comenzó en 2011, gracias a un joven que acudió a la comunidad, recuerda Euteria Santiago, y su objetivo inicial era “que no se perdieran los tejidos de nuestra comunidad”, porque las jóvenes ya no querían saber de los telares. “Nos dimos cuenta de que también era un medio económico y fue como empezamos”, señala.
“Muchas mujeres piensan que esto no trae nada de economía y prefieren hacer otra cosa o irse de Cuquila a trabajar a otro lado. Con el tiempo vimos que nos puede ayudar económicamente, además de poder vestirnos con nuestra indumentaria que estamos tejiendo”, detalla.
Las mujeres que participan en la colectiva explican que la intención principal es enseñarles a las jóvenes que, además de conservar su vestimenta, pueden tener ingresos. “Vamos aprendiendo a que los hijos pueden quedarse solitos, claro cuando ya son algo grandes”.
Esmeralda Santiago, por ejemplo, es una madre de familia con dos hijos. Desde hace dos meses asiste al taller con las mujeres de Kimi Ndii. Con su bebé en la espalda, reconoce el trabajo de Dominga y Euteria.
“Me gusta el trabajo del telar, me gustaría aprender más, aparte de hacer rebozos y blusas. Aquí me van a enseñar las tías a hacer huipiles y gabanes”, dice la joven.
Pero asistir al taller no ha sido fácil para las mujeres, debido a los estigmas de la comunidad.
No obstante, han entendido que el trabajo colectivo ayuda a colocar sus productos y, con ello, ayudan en los gastos de los hogares.
“No ha sido fácil, nos ha costado. Estábamos acostumbradas a estar en nuestras casas, las mujeres no salían mucho por miedo a dejar a sus hijos. Al menos a mí sí me costó, porque cuando iba a los talleres me preguntaban por qué tanto tiempo fuera de casa”, explica Euteria.
Sin embargo, las propias integrantes han reflexionado que en realidad se trata de una imposición. “El problema no son los hijos, sino una. Necesitamos soltarnos de lo que pensamos, que no pueden vivir sin nosotras, claro que sí pueden”.
Esmeralda, por ejemplo, expresa que ha platicado con su pareja de la importancia de salir y generar ingresos para la familia, pues el costo de la canasta básica sigue aumentando.
Dominga insiste en que es necesario enseñarle a las nuevas generaciones sobre su cultura e indumentaria, la importancia y el trabajo que implica una blusa o un huipil.
Ella tiene 15 borregos que le proporcionan lana, pero se necesita de un arduo proceso para convertirla en prendas, como un gabán.
“Y aunque todavía no se logra que las jóvenes puedan vestirse con su indumentaria, se está trabajando en ello, estamos en el proceso”, reconoce Euteria.
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