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Minatitlán, Veracruz
Antes de que la violencia pusiera a Minatitlán en el ojo público, esta ciudad petrolera era conocida por ser un enclave oaxaqueño en territorio veracruzano. Fundada en el siglo XIX, tras la expropiación y la inauguración, en 1956, de la Refinería Lázaro Cárdenas, la migración de habitantes del Istmo de Tehuantepec aumentó, alcanzando su pico justo en los años 50.
Siguen los preparativos para fiestas
Después de la masacre del Viernes Santo en la palapa El Potro, en la que 13 personas fueron asesinadas en la celebración familiar de una mujer istmeña, las festividades y mayordomías continúan su curso, a pesar del clima de inseguridad que obliga a los habitantes de a encerrarse a las 7:00 de la noche.
Ante esta herida que no cierra, las sociedades de las distintas velas ven el tema con preocupación y aún no toman decisiones sobre la cancelación de las festividades o el reforzamiento de la seguridad.
“Son compromisos que ya se hicieron desde el año pasado con nuestras sociedades, con nuestros santos. Lo que pasó tiene a todos con temor, pero seguimos con los preparativos, es un compromiso que se tiene que cumplir, todo el año trabajamos para realizar la fiesta. Algunas sociedades aún platican sobre esto, pero hasta ahora nadie ha suspendido, seguimos con los preparativos”, comenta la mayordoma de una de las velas que pidió no mencionar su nombre, ante el miedo que aún se vive por la masacre del Viernes Santo.
Velas y comercio
Yolanda, Lilia, María y Petrona Vásquez López son cuatro hermanas que llegaron hace 40 años a Minatitlán desde San Blas Atempa, Oaxaca. Desde niñas se dedicaron al comercio, así que en la nueva ciudad encontraron una segunda casa en el mercado La Popular, donde se instalaron y se constituyeron como las principales proveedoras de comida típica e ingredientes para elaborar platillos tradicionales istmeños.
La explosión de color y olores distinguen sus puestos del resto en el mercado. La parte que acaparan parece un pequeño mercado de la región del Istmo, lo mismo venden totopos (tortillas de maíz) que mezcal y condimentos para el molito de camarón. Debido al trabajo, estas hermanas ya no asisten a las fiestas dedicadas al santo patrono de Atempa, Santiago Apóstol, pero de jóvenes era un espacio que las conectaba con los suyos y con la tierra que dejaron para buscar otras oportunidades.
Cuatro generaciones
Roberto Santiago Esteva llegó a los 22 años a Minatitlán, hoy tiene 85. Lleva más de 60 años radicando aquí y se considera de la cuarta generación de zapotecas que llegaron motivados por el petróleo.
En 1956, junto con su esposa, Roselia Martínez, llegó en tren con Manuel y Martina en brazos, sus dos hijos menores de cinco años. Beto, El Tigre, como lo conocen en todo Minatitlán, comenzó como petrolero transitorio, 34 años dejó en la refinería. Cuando sus sobrinos vieron que la suerte le sonreía, siguieron sus pasos y llegaron a Minatitlán para que su tío los colocara en Pemex.
“Vine dos veces, la primera ocasión sólo nueve meses. Aquí ya estaba un hermano mío, en ese entonces éramos pocos, pero desde entonces ya se hacían las velas en honor a San Vicente Ferrer o a San Judas Tadeo. La gran mayoría de los paisanos se concentró en la colonia conocida como La Barreña”, relata.
Roselia cargó con su baúl de bodas hasta su nuevo hogar para no olvidar su patria ist-meña. La comida no fue difícil obtenerla, los oaxaqueños se las ingeniaron para traer sus productos típicos, como totopos y panes. Se establecieron en calles y mercados y se apropiaron de la ciudad, mezclándose con migrantes que llegaron del norte del país. Siempre siguiendo el rastro del oro negro, los zapotecas crearon su propio reino en territorio veracruzano; un reino que hoy está herido.