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Mexicali.— Antes de que su papá fuera internado en el Hospital de la Familia, en esta ciudad, Andrés alcanzó a decirle que lo quería... que lo amaba... que no perdiera la fe... que todo iba a estar bien. Y así fue, después de 87 días hospitalizado y de haber estado casi dos meses en coma, su padre se convirtió en uno de los poco más de 8 mil pacientes que vencieron al coronavirus (Covid-19) en Baja California.
El 14 de agosto pasado, luego de casi tres meses, Antonio de Luna fue dado de alta y con ello, comenta su hijo, fue el segundo paciente en México que pasó más días en el hospital y sobrevivió, según le explicaron los médicos del centro de salud en el que fue atendido.
Otros enfermos que llevan el mismo tiempo o más no sobreviven o todavía siguen dando la batalla, dice Andrés de Luna a EL UNIVERSAL.
“La vas a librar”
Andrés recuerda que el 19 de mayo se despidió de su padre, sin tener la certeza de que lo volvería a ver. “La vas a librar”, le dijo. Ese día los síntomas habían empeorado y su respiración ya empezaba a fallarle.
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Cuatro días antes, Antonio había llegado a la casa familiar y ya tenía señales de la enfermedad. Les dijo que no había dormido la noche anterior, tosía mucho y tenía síntomas de alergia, estaba preocupado.
Fue a un consultorio médico en una farmacia, donde le dijeron que era una bacteria y le recetaron medicamentos.
La alarma se encendió cuando Andrés también empezó con síntomas y ocurrió lo mismo. Fue al mismo consultorio y también le diagnosticaron una infección por bacteria.
Para el martes, don Antonio ya no podía respirar bien. “Fue cuestión de horas”, recuerda Andrés: “Es una enfermedad que avanza rapidísimo”.
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Como pudo, la familia contactó a todos los hospitales que recibían a pacientes Covid-19 en Mexicali. En ese tiempo, la capital cachanilla era el epicentro del virus en el estado y los centros médicos reconvertidos empezaban a saturarse. Lograron encontrar una cama disponible en el Hospital de la Familia.
“Prepárense para lo peor”
Los pronósticos no eran buenos porque, diariamente, los médicos a cargo de Antonio les informaban que no sólo no había mejoras, sino que su salud empeoraba y pronto necesitaría un ventilador. El 25 de mayo finalmente fue necesario inducirlo a un coma para intubarlo.
Tuvieron la oportunidad de hablar con él por teléfono antes del procedimiento. “Era la primera vez que escuchaba a mi papá con miedo”, lamenta Andrés, quien está acostumbrado a verlo siempre muy seguro.
“Todo junio y en el inicio de julio estuvo en coma, y los reportes eran: ‘Se encuentra estable’… no mejora, pero tampoco empeora. Estuvo así mes y medio, hasta que empeoró”.
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La salud de su padre se agravó porque una bacteria había entrado a su sistema y le produjo una taquicardia. “Prepárense para lo peor”, les advirtieron.
Andrés cuenta que en ese momento lo único que podían hacer era rezar: “Es una enfermedad terrible porque la viven solos. No podíamos verlo, hablarle, tampoco ver a la familia ni a amigos… Éramos sólo nosotros, fue fuertísimo”.
Fueron días de altibajos: don Antonio mejoraba y luego empeoraba por la bacteria. Pero, contra todo pronóstico, sobrevivió. Era la primera semana de agosto cuando, por primera vez les dieron una esperanza. Para la segunda semana, los resultados dieron negativo a Covid-19 y el día 14 fue dado de alta.
Ahora, Andrés acompaña a su padre en su recuperación. “Es mi héroe, mi ejemplo a seguir”.