San Raymundo Jalpan.— Más de 40 niños recorren sorprendidos los campos vestidos de un intenso color rojo que se distribuyen a lo largo de la carretera que atraviesa esta comunidad de los Valles Centrales y que están listos para el corte de flores de terciopelo y cempasúchil, protagonistas de las fiestas a la muerte en esta época del año.
Se trata de alumnos de tercer grado en la escuela primaria Revolución, quienes por iniciativa de sus maestros caminaron más de una hora desde San Isidro Monjas, una comunidad vecina, por estos campos para estar en contacto con la naturaleza y conocer estas flores antes de que sean cortadas de la tierra.
Aunque en las comunidades de Oaxaca las flores como éstas, frutos como la jícama y los cacahuates forman parte de la tradición para venerar a los muertos, pocas veces los niños tienen la posibilidad de conocer la forma en la que se cultivan y cosechan, por lo que los docentes Ariadne Pérez y Freddy Méndez idearon desde el principio de curso un proyecto para que sus alumnos vivieran esta experiencia.
No se trata de algo improvisado. Los profesores con décadas de experiencia docente incluyeron la actividad en su planeación anual, por lo que recibieron el respaldo de madres de familia para realizarla.
“Venimos caminando, conviviendo con la naturaleza y ayudando a que no se pierda la tradición”, dice el maestro Fredy, quien tiene a su cargo a 20 de los niños de ocho años que recorren los surcos en flor.
Fue con esa idea que ambos maestros, acompañados por unas 30 madres de familia, llegaron al campo de una hectárea de extensión de Omar Cabrera, un productor de flores que desde hace cinco años ha recibido en sus tierras a alumnos de unas ocho escuelas de la comunidad y de otras localidades, como Xoxocotlán, que buscan conocer el proceso de cultivo, el cual toma hasta tres meses, desde la siembra hasta el corte.
“Mi hija no sabía que había sembradíos, no sabía de dónde venían las jícamas ni las flores. Fue su fascinación”, cuenta Ana Gayosso, una de las madres que acompañan la expedición y que desde hace un mes pidió permiso en su trabajo para poder acompañar a su hija.
Ana explica que la importancia de estas actividades radica en que no en todos lados los niños pueden ir caminando desde su escuela a un campo de flores, y lo dice con conocimiento de causa, pues apenas hace cuatro años llegó a radicar a Oaxaca desde la Ciudad de México.
“Pedí permiso en mi trabajo para que mi hija no se perdiera algo tan bonito, hasta uno aprende”, dice.
Por 15 pesos, los niños que recorren los campos de Omar pueden elegir y cortar una flor, que normalmente cuesta tres pesos, y escoger una jícama y una mata de cacahuates de este campo, uno de los pocos que no se vio afectado por las lluvias intensas de los últimos días que pusieron en riesgo la producción en la región de los Valles Centrales.