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Tuxtla.— Por más de medio siglo las manos creativas de la familia Moreno han plasmado vitalidad y colorido a las máscaras de Los Parachicos de la Fiesta Grande Chiapa de Corzo, las cuales funden las leyendas prehispánicas y la tradición española con el regocijo del baile y la música ancestral.
La Fiesta Grande, que se realiza del 8 al 23 de enero, en la Plaza de Armas, los templos católicos y las calles chiapacorceñas, congrega algarabía, participación y convivencia de lugareños y visitantes.
Los vistosos bailadores impulsados por la música de marimba, de tambor y carrizo se amalgaman en elaborados atuendos aderezados con sarapes, botines, chinchines, monteras y la inconfundible máscara, como protagonista y símbolo principal.
Don Eloy Moreno Camacho, el abuelo-patriarca inició en el barrio Benito Juárez la tradición familiar de elaborar las máscaras. El oficio lo continúa, desde hace más de 50 años, su hijo Francisco Javier Moreno Vázquez, en su taller familiar donde la máscara de Los Parachicos es un ícono, como también se asume como representación vigente de la cultura de Chiapa de Corzo.
La máscara que representa el rostro de los españoles que conquistaron el territorio y fundaron esa ciudad a orillas del río Grijalva, refleja además el misticismo y la leyenda de María de Angulo, la mujer para cuyo hijo enfermo bailaron por primera vez Los Parachicos.
“La máscara es un ícono para Chiapa de Corzo, la recreación de María de Angulo. Si fuéramos más allá, sería al tiempo cuando los antepasados bailaban para pedir que las cosechas fueran productivas y buenas, entonces tenían que danzar a una deidad”, explica Francisco Javier.
Elaborar cada año las máscaras no es tarea fácil. Se requiere dedicación, disciplina y entusiasmo por la cultura y la tradición chiapacorceña. El artesano dedica normalmente 30 días para crear el rostro de madera de los bailadores. Cuando la máscara posee mayores detalles la hechura se prolonga durante algunos meses.
Las manos expertas de los integrantes de la familia Moreno secan, cortan y amoldan trozos de cedro. De la consistencia y textura rojiza de esa madera surgen gradualmente las facciones de la máscara, del rostro del conquistador español.
José Bernardo Moreno Ayar exalta el legado artesanal transmitido por su abuelo Eloy, y la convivencia afectiva con su padre y hermanos en la talla de madera. En el trabajo, afirma “incentivamos y compartimos la felicidad de trabajar como familia; de niños soñábamos hacer algo que se reflejara en la feria (La fiesta Grande), así que la elaboración de la máscara es un legado”.
La talla de la máscara ocupa muchas horas de trabajo diario. Talento, destreza y experiencia se combinan con el machete, la gubia, el formón y la lija, que matizan la réplica del rostro de madera. La tonalidad rosácea de la máscara se obtiene de la mezcla de pinturas para óleo y la pigmentación reciclada de esófago vacuno que forma el brillante acabado.
La Fiesta de los Parachicos, con su peculiar máscara, fue declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010.