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Érika Angelito Lorenzo apenas tuvo tiempo para bajarse a la primera planta de su pequeña casa. Eran las siete de la mañana y el intenso viento le quitó el sueño, tomó a sus dos hijos y salió de su recámara.
Se puso a salvo en su sala y minutos después comenzaron a volar las láminas de asbesto de la vivienda. El huracán Max apenas se enfilaba para entrar a Acapulco a unos 130 kilómetros por hora.
En menos de 20 minutos su techo desapareció y su recámara se volvió un desastre: sus colchones se inundaron, su ropa voló, los muebles quedaron tirados y pedazos de láminas por todos lados. No le dio tiempo de rescatar nada.
Érika tiene 24 años y lleva más de 10 viviendo con su esposo en esa casa que ha ido construyendo poco a poco. Ella vende elotes y esquites en la puerta de su vivienda y su esposo maneja una cuatrimoto que renta a los visitantes en la playa.
Este jueves ella no vendió sus elotes ni su esposo tuvo clientes y, peor aun, no esperan tenerlos en este puente vacacional.
Esa es la preocupación de todos los pobladores de Barra Vieja, la Bonfil y San Andrés: la falta de turistas en un tiempo que, se suponían, tenían que llegar.
“A nosotros nos preocupa que salga en la televisión que el huracán sigue aquí en Acapulco, el huracán ya pasó, fue en la mañana y si no dicen eso, pues espantan al turista”, dice un hombre sentado en la puerta de su restaurante para aprovechar la luz natural, pues desde hace varias horas no tienen electricidad.
La falta de luz también preocupa mucho a los propietarios de pequeños restaurantes, ya que sus negocios familiares van al día y no cuentan con alguna planta de energía.
“Nos preocupa que no llegue la luz, desde las 10 de la noche no tenemos, y la comida se nos está comenzando a descomponer, los de la comisión (Comisión Federal de Electricidad) ahí andan, no sé qué tanto hacen”.
En Barra Vieja todos los años pasa lo mismo. Todos los huracanes y tormentas dañan sus enramadas, inundan sus casas. Parece que están metidos en una historia que no termina o que se repite por lo menos cada año.
El paso de Max le dejó a Érika un gasto que no quería tener, pero que sabe que en cualquier momento le puede suceder, como consecuencia de vivir tan cerca del mar. Quiere que pase todo rápido para trabajar lo antes posible, que vuelvan los turistas lo antes posible.