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Zamora.— “Podemos decir que estábamos esperando eso, pero no a tal magnitud. Fue algo avasallante. Para mí fue algo horrible”, relata uno de los policías que resultó herido durante el ataque del domingo pasado en Zamora, que costó la vida a cuatro de sus compañeros.
El oficial —de quien se reserva el nombre por seguridad— se encontraba en uno de los puntos que fue atacado. Recuerda que escuchó un estruendo y en cuestión de segundos aquello se transformó en ráfagas.
“Veo arriba de mi punto el convoy de camionetas. Todas tenían la leyenda de Cártel Jalisco Nueva Generación. Empezó a descender toda la gente armada y gritaba: ‘¡Viva el Cártel Jalisco Nueva Generación! ¡Estamos aquí, ya llegamos!’”, relata.
De una camioneta blanca desciende un hombre con un chaleco táctico y con las siglas del cártel.
“Esa persona me miró fijamente y con esa saña, esa frialdad que los identifica, levantó su arma y sin dudarlo emprendió el ataque hacia mi persona. Simplemente sentí el golpe, después sentí otro. Dije: ‘Ya me dieron’”, cuenta al estremecerse.
Detalla que tras los impactos trató de escabullirse, de protegerse y de repeler la agresión con su arma.
“Simplemente repelí la agresión como pude. Cuando me pude levantar y protegerme saqué mi arma y empecé a disparar, pero ¿qué podemos hacer con una simple arma contra un arsenal tan nutrido como el que ellos portan?”, expone.
El oficial, con siete años de experiencia, fue herido en el pecho y en las piernas, lesiones que no afectaron órganos vitales.
“Yo creo que [el tirador] pudo haber fallado, porque me vio claramente. Estaba yo plenamente uniformado, como debemos andar los policías en Michoacán. Me identificó como policía y, como veo, la agresión era directamente contra cualquiera de nosotros”, sostiene.
El agente no sabe cuál fue el error del sicario: “A lo mejor tuve suerte, a lo mejor falló en algo. Son muchos factores. Me auxiliaron unas personas. Ya pude ver que a diferencia de otros compañeros que estaban heridos no tenían nada que ver mis heridas con las de ellos. Tuve suerte, yo creo.”, reflexiona.
Enfatiza que ya había vivido enfrentamientos en Apatzingán y en La Huacana, pero no directamente hacia él: “Se me vino al a mente mi familia. Yo simplemente quería volver a ver a mi familia, a mis papás y, bien o mal, el poco entrenamiento que nos dan fue parte fundamental para estar ahorita aquí”, responde el policía a la pregunta de cómo logró sobrevivir.
Se organizan muy bien. El oficial señala que el crimen organizado tiene tácticas un tanto militares, porque se despliegan y se mueven como la milicia.
“Yo, en Apatzingán, estuve trabajando en conjunto con el Ejército y la Marina en una Base de Operaciones Mixtas, y el ataque contra nosotros se vio como tácticas de guerrilla: el factor sorpresa, llegar a atacar y replegarse”, destaca.
Señala que eso deja vulnerable a las policías municipales, que a diferencia de los criminales, viajan sólo dos o tres elementos por patrulla, mientras los sicarios son un ejército.
Además, apuntó, ni las armas ni el equipamiento, y mucho menos cargadores y balas que las corporaciones le dan a un policía municipal, se comparan con las de los criminales.
“En ocasiones va uno a buscar su arma y está en otra comisión, no hay cargadores, los que nos dan de plano no sirven o están a medias o no son nuestras armas, son de otros elementos porque las nuestras están comisionadas en otros lados”.
Dijo que un arma larga asignada a un policía es tiro a tiro, mientras que las de los criminales son automáticas y en un jalón se va todo el cargador de 30 tiros: “Nos rebasan. Ellos no necesitan traer arma corta, con el arma larga, una sola persona trae 20-30 cargadores abastecidos. Es algo avasallante”, lamenta.
El oficial dice que lo más difícil está por venir, ya que su responsabilidad es más grande en honor a sus compañeros caídos.