Sahuayo.— Mientras unos familiares de las víctimas que fallecieron en el accidente de autobús registrado en Joquicingo, Estado de México, reclaman al Cristo de Chalma, otros consideran que la Virgen de Guadalupe los quería con ella.
EL UNIVERSAL recorrió los domicilios de las víctimas en el municipio de Sahuayo, Michoacán, para conocer quiénes eran las personas fallecidas en el siniestro que dejó una veintena de muertos y 28 lesionados.
María de Jesús, de 68 años, era ama de casa y esposa de un carpintero. Paulina platica que su mamá estaba muy apegada a la religión católica.
“Toda su vida fue hogareña. Mi mamá era muy sociable; tenía mucha humildad, mucha alegría; no era rencorosa y era muy arrimada a Dios; muy católica. Yo estoy enojada, porque yo le dije a ese Cristo al que fue a ver que por qué había hecho eso, si mi mamá había ido a verlo, por qué no la cuidó, o hizo algo por ella”, reprocha.
La mujer narra que antes de irse, María de Jesús se despidió de sus hermanas, a quienes confesó que sentía miedo, por lo que le sugirieron que no fuera a esa excursión. “Les dijo que sentía como un miedo; una tía le dijo: ‘Pues no vayas, ¿a qué vas?’, y ella le dijo: ‘Es que yo voy a ir a ver a la Virgen y al Cristo. Sí voy a ir y ya me voy porque me va a dejar el autobús’”, relata entre lágrimas la hija de María de Jesús.
Eran vecinos
La mayoría de las víctimas eran vecinos de la colonia Valle Verde, colindante con el centro de ese municipio ubicado a 164 kilómetros de Morelia.
A unos metros vive la familia de su gran amiga Remedios Chávez Ávila y su esposo Ricardo Estrada Víctor, ambos también muertos en el accidente.
Remedios y Ricardo, vecinos de la colonia La Puntita, decidieron ir, como cada año, a esa excursión. En esta ocasión fueron acompañados de su nieta, una niña de 10 años, que se encuentra muy grave en un hospital de Toluca a consecuencia del accidente.
Roberto Chávez Ávila, hermano de Remedios, cuñado de Ricardo y tío de Diana, afirma que lo ocurrido fue porque seguramente la Virgen quería a sus seres queridos con ella. Señala que la ilusión de su hermana y de su cuñado no era otra más que ver felices a sus hijos y esperar con ansias, cada año, ir a ver a la Virgen para regresar felices.
“Pero no fue así. Es una pérdida muy grande y nos tienen a todos destrozados. Nos duele mucho que ya no los vamos a ver. Regresaron muertos”, enfatiza mientras rompe en llanto. Remedios, de 56 años, era una mujer alegre, una gran madre para sus cuatro hijos, una excelente hermana y era la que más estaba con su mamá, dice Roberto.
El esposo de Remedios, Ricardo, de 60 años, se dedicaba a hacer adobones (ladrillos). El matrimonio y el resto de la familia, cada año iban a la peregrinación. Ahora asegura “es como nos encontramos todos los sahuayenses: unos de luto y otros pidiendo por la recuperación pronto de los que están hospitalizados”.
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