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C omienza como un juego, control de likes, visitas al perfil, restricción de amigos, frases como “me cela porque me quiere”, pero a medida que avanza el conflicto, se incrementa la violencia en las relaciones de pareja.
La magnitud de este problema es grande. En México, 76% de las adolescentes entre los 15 y 17 años reconocen haber sufrido violencia sicológica, 17% sexual y 15% violencia física, en un contexto de relación de noviazgo.
Sin embargo, esto no es exclusivo de las mujeres. La violencia en las relaciones afecta también a los hombres y se presenta en diferentes estratos sociales, tanto en regiones urbanas como en rurales.
El común denominador es que existe una concepción errónea del amor e inexperiencia. Las actitudes violentas no se perciben como agresivas por lo que los jóvenes son el sector más vulnerable, explica la sicóloga y maestra del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM, Patricia Piñones.
Primero son insultos, luego los golpes
Queztalia y Regina son originarias de Pachuca, Hidalgo, uno de los estados con mayor índice de violencia en pareja. Ellas no se conocen ni tienen la misma edad, pero ambas sufrieron violencia por parte de su pareja.
Han pasado 23 años desde que Quetzalia vivió golpes y humillaciones en una relación. Hoy, con 42 años de edad, se reconoce como una mujer fuerte y que ha pasado un duro camino; sin embargo, relata que a los 19 era una joven que por pena y temor ocultaba lo que le pasaba.
“Lo conocí en el trabajo y ahí me enamoré de él: “Lo veía como alguien importante que sabía hacer muchas cosas y era muy inteligente, yo decía ‘es un ingeniero y sabe más que yo’”, cuenta Quetzalia de su entonces novio, siete años mayor que ella.
A los tres meses de conocerse comenzaron una relación sentimental, los primeros focos rojos fueron humillaciones y groserías, después fueron golpes durante cinco años.
“Nosotros trabajamos en una televisora y yo tenía que grabar algunos comerciales o entrevistas, él me decía que era una tonta o una pendeja, que no sabía hacer las cosas. Me lo llegó a repetir tantas veces que me lo creí, y yo pensé que no servía para nada”, relata Quetzalia, quien ahora es conferencista y comparte esta situación de violencia con otras mujeres para ayudarlas a salir de esa situación.
Hace cinco años Regina tenía 21 años y se vio inmersa en una relación sumamente violenta. Ahora se sabe una sobreviviente y agradece que su entonces pareja, 12 años mayor que ella, no le haya disparado mientras la golpeaba, la amenazaba con matar a su familia y la chantajeaba con quitarse la vida si lo dejaba.
“Al principio todo bien, me sentía contenta, enamorada y sentía que si él era mayor que yo también podía estar protegida”; sin embargo, la violencia fue escalando, pasando de agresiones verbales a golpes y amenazas de muerte, relata la joven.
Regina refiere que al inicio de la relación las agresiones eran insultos: “Enfrente de sus amigos me empezaba a decir cosas como ‘gordita’ o ‘basurita’ en tono despectivo. Hasta que las ofensas escalaron y me gritaba ‘eres una puta’”, luego las agresiones ya no sólo eran verbales, también hubo golpes y amenazas de muerte”.
La joven manifiesta que él la manipulaba: “Me quiso hacer chiquita de todas las formas posibles… yo estaba enamorada y en mi cabeza de feminista no alcanzaba a entender por qué me pasaba a mí, tenía una dependencia hacia él”.
Ambas mujeres lograron salir de esas relaciones con ayuda terapéutica y un círculo familiar y de amigos que las apoyaron para dejar atrás ese episodio de sus vidas. Prefirieron perder bienes materiales que sus exparejas les quitaron para ya no sufrir humillaciones y maltratos.
Normalización de la violencia
En entrevista con EL UNIVERSAL, la maestra Patricia Piñones Vázquez refiere que las relaciones de noviazgo se inician alrededor de los 12 años, por tanto, a nivel nacional entre los 15 y 17 años, 76% de las adolescentes ya reportan haber sufrido violencia sicológica, 17% sexual y 15% física.
En México, 70.1% de las mujeres de 15 años y más ha experimentado, al menos, una situación de violencia a lo largo de la vida. El tipo de violencia que tiene mayor prevalencia es la sicológica (51.6 %), seguida de la violencia sexual (49.7 %), señala la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares 2021.
Apunta que el espacio donde hay mayor incidencia es en el comunitario, donde 45.6% de mujeres reconoce haber padecido alguna agresión y en segundo lugar está la violencia en las relaciones de pareja, con 39.9%
El mismo estudio precisa que Guerrero es el estado con mayor prevalencia de violencia en la pareja, donde 47.6 % de mujeres de 15 años o más declaran haberla padecido. Le sigue Hidalgo con 45.6 % y Yucatán con un 45.1 %.
En palabras de la especialista, que las relaciones de pareja ocurran a edades más tempranas se debe a varios factores, uno de ellos es el acceso de menores de edad a la telefonía celular y las redes sociales.
Sin embargo, aclara que esto no significa un incremento directamente en la violencia en los noviazgos, ya que ésta siempre ha existido. El problema es que ahora las manifestaciones de esa violencia son diversas, al igual que las formas que tienen los jóvenes de relacionarse a través de la tecnología.
Piñones explica que el enamoramiento es un estado de ánimo que muchas veces dificulta identificar las conductas agresivas y vuelve más difícil salir de relaciones violentas.
“Pensamos que es transitorio [la violencia], que la cosa va a cambiar, que cuando vayamos avanzando las cosas van a mejorar, pero no es así. Las agresiones generalmente pasan de ser verbales a físicas”, expone la especialista.
Sin embargo, explica que un factor que contribuye a la normalización de la violencia es la influencia de los medios digitales, donde no sólo es “extensiva, sino también es excesiva” y, por consiguiente, los adolescentes repiten prácticas culturales globalizadas, de estereotipos y modelos de comportamiento a los que tienen acceso, sin que el contenido que están consumiendo sea filtrado o supervisado.
“La violencia ocurre y está normalizada en las canciones, películas, videos, todos los productos culturales que contribuyen a la normalización de la violencia”, comenta la sicóloga.
De acuerdo con Piñones, la violencia en las relaciones de pareja no es unicausal, hay muchos factores de riesgo, los cuales pueden ser las expectativas poco realistas y todo lo que tiene que ver con el amor romántico, ideas de que “el amor todo lo puede”, “me cela porque me quiere”, “el amor duele”, así como las creencias en torno al género y a los estereotipos de lo que la sociedad espera de ser hombre o mujer.
Explica que la violencia de género se encuentra directamente vinculada a la desigualdad en la pareja —la cual puede ser económica, de edad o educativa—, así como a la distribución de poder y a la dinámica de las relaciones establecidas entre los estereotipos de género.
Detalla que a pesar de que todos estamos expuestos a situaciones de violencia como norma social, pobreza, consumo de sustancias nocivas, problemas de salud mental, violencia familiar, estos factores representan un mayor riesgo para mujeres y personas de la diversidad sexual que para hombres.
Trabajar en la prevención
Para la maestra, el camino a seguir para contrarrestar la violencia en pareja es la prevención, la cual puede ser mediante pláticas, cursos, talleres, educación emocional y sexual, empezando en la familia y escuelas, así como en la comunidad.
“Si lo analizamos, si lo reflexionamos, si nos formamos, si criticamo, las prácticas pueden cambiar, le apostamos a la prevención antes que al castigo, claro que deben sancionarse, pero antes deben prevenirse”, refiere la especialista en género.
Expone que es importante poner especial atención en el consumo de productos culturales que actualmente se distribuyen con fácil acceso mediante las redes sociales, porque sin impotar que existan los estereotipos y los roles de género, eso no significa que no podamos salir de ellos o relacionarnos sexoafectivamente de diferente forma.
“Un producto nos permea, se nos incrusta y ni cuenta nos damos”, afirma. Además, refiere que cada vez se están usando más las redes sociales desde temprana edad, lo que significa un ingreso más temprano a la pornografía, a la violencia digital y a sus manifestaciones, como son el acoso digital, el ghosteo, los chantajes y extorsiones con fotos o videos íntimos, incluso el hostigamiento digital ya terminada la relación; esto, comenta, no sólo en las relaciones heterosexuales sino también para las personas de la comunidad LGBTQ+, porque explica que los patrones de violencia entre perpetradores y víctimas no son exclusivos de la heteronormatividad.
Las complicaciones para concluir una relación son reales y Regina lo ha vivido. Reconoce que ahora es una mujer mucho más fuerte, pero no ha sido fácil superar el acoso, al grado que su agresor la sigue buscando por redes sociales y ella lo ignora.