Miahuatlán.— Guadalupe Sánchez se casó a los 16 años. Con sus hijos, acompañaba a su esposo a trabajar en la ladrillera que entonces existía en Miahuatlán de Porfirio Díaz; mientras su esposo laboraba en la producción de ladrillos, ella trabajaba en la hechura de caritas para el pan de muertos con la señora Patrocinia, dueña de la ladrillera.
“Me iba a trabajar con una señora que hacía caras, Patrocinia. Ahí aprendí”, recuerda.
Guadalupe Sánchez tiene 78 años y aún trabaja en la elaboración de estas caritas, que se preparan con una base de harina de trigo, agua y limón; después son pintadas con colores vegetales para finalmente ser colocadas en los panes tradicionales para las festividades del Día de Muertos.
Nueve de los 11 hijos de Guadalupe Sánchez también aprendieron este oficio y se dedican a la elaboración de estas artesanías de temporada.
“Desde que vengo creciendo, mis hermanos aprendieron con una señora que hacía [caritas]. [Las] trabajaba mucho; ahí aprendió mi hermano. La señora después le dijo a mi mamá que hiciéramos caritas. Empezamos primero con la carita chiquita, porque se trabaja por número; hay desde el número cero al 20”.
Después, se ponen a secar al sol hasta que obtengan una dureza similar a la de los huesos. Finalmente llega el proceso de pintado, lo que también se realiza por etapas.
Aunque las venden por temporada, esta familia empieza a producirlas desde marzo o abril para anticiparse a los pedidos que hacen principalmente las panaderías, previamente y durante las festividades del Día de Muertos en Oaxaca.
Sus caritas se venden en la Central de Abasto de la capital del estado, en Ejutla, Ocotlán de Morelos, Miahuatlán, San Pedro Pochutla, Valle de Etla e incluso algunas son enviadas hasta en Estados Unidos.
Aunque tradicionalmente la carita representada en el pan es la de un ángel, la familia Espina Sánchez también elabora rostros de Jesucristo, del Niño Dios, de aztecas, calaveras, santos, reyes y hasta de brujas, los cuales son sugeridos por sus clientes.
Él explica que el proceso de producción sigue siendo artesanal, pero algunas familias que se dedican a este trabajo han logrado adquirir maquinaria que facilita algunas tareas: la máquina afinadora, la revolvedora y la laminadora.
Junto con su madre, estima que producen alrededor de 2 mil caritas por día (sólo hasta el proceso de ponerlas a secar).
El precio se ha mantenido estancado a lo largo de los años; además, deben enfrentarse al regateo constante de los clientes, pese al incremento en el precio del costal de harina, el cual es de 550 pesos. Un millar de caritas del número seis lo venden a 700 pesos, pero han tenido que aceptar pagos de 600 pesos. Las caras grandes, como del número 20, se venden por pieza y cada una cuesta 20 pesos.
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