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Acapulco.— La familia Valeriano Chino tiene 40 años vendiendo dulces tradicionales de coco, pulpas, cocos fríos y artesanías de cerámica en la salida hacia la Ciudad de México. Ahora su negocio está en ruinas. El huracán Otis lo arrasó y la rapiña lo remató.
Hace cuatro décadas, el matrimonio conformado por Arturo Valeriano Cruz y Lucía Franca Chino Amores encontró como su forma de sustento el comercio. Comenzaron a vender dulces tradicionales de coco, pulpas de tamarindo, cocos fríos y artesanías de cerámica a los turistas, sobre todo, a los que están a punto de entrar a la caseta de cobro de La Venta de la autopista del Sol. El negocio de los Valeriano Chino forma parte de los 25 puestos que conforman este corredor de venta.
Ahí, los turistas se detienen para hacer la última compra, para adquirir el recuerdo que estuvieron a punto de olvidar, pero también para echarse la última refrescada de la visita: se paran a tomar un coco frío antes de tomar carretera.
Ahora, el matrimonio y los 25 puestos restantes tienen muy poco qué ofrecer, los vientos del huracán Otis se llevaron sus techos, les tumbaron sus bardas de palos y el agua les echó a perder mucha de su mercancía.
Los productos que se salvaron ya se echaron a perder, la falta de energía eléctrica evitó que los resguardaran en refrigeradores pero, aunque hubieran podido, la rapiña los alcanzó.
Una noche después del impacto de Otis, grupos de personas entraron al local de los Valeriano Chino, hurtaron productos y en el saqueo se quebraron muchas de las artesanías de cerámica.
No tienen nada, sólo deudas
Luis Gabriel Valeriano, es uno de los hijos del matrimonio. Tiene su propio puesto, justo al lado del de sus padres.
El joven explica el panorama: “En estos días todos invirtiendo, surtimos los negocios, para prepararnos para la temporada de Navidad”.
Luis Gabriel precisa que invirtió unos 200 mil pesos para la temporada decembrina que, dice, es la mejor del año, la que todos esperan.
“Para invertir para temporada, todos pedimos créditos que vamos pagando en varios meses, todos le apostamos a esa temporada”, explica el joven.
Llegar a diciembre será un reto difícil para esta familia y todos los demás negocios. El escenario es poco alentador. Ahora recogen los desechos y escombros, y dentro de pronto los locales quedarán vacíos, todo está perdido. Lo peor es que en estos días ningún turista se ha parado, y tal vez no lo hagan en varias semanas.
“Aunque vengan los turistas ¿qué les ofrecemos? Nada”, dice Luis Gabriel.
El joven y sus compañeros tienen dos preocupaciones. La primera, el pago de sus créditos. “Esperamos que los bancos o a los que les pedimos nos den la oportunidad de pagarles en unos meses”.
La segunda, que sus proveedores no abusen en los precios.
“Estamos seguros que van a subir los precios, nosotros vendemos muchos cocos, pero ahorita con tanta huerta destruida van a escasear. Hasta antes del huracán lo comprábamos a nueve pesos, estoy seguro que lo van a querer dar hasta en 20 o 25”, dice.
Con la escasez y el aumento en los precios vendrá otro problema: “Acá no podemos dar tan caro, los turistas se acostumbraron a comprar barato”.
La única alternativa que encuentran en este momento es la ayuda oficial. Que los gobiernos de Guerrero o el federal los apoye para volver a comprar mercancías, pero hay un problema más, ningún funcionario se ha acercado.