Tuxtepec.— Una mañana de enero de 2017, Trinidad salió de la colonia Siglo XXI con el miedo entre los dientes. Antes de tomar el autobús para irse a Ciudad Juárez desde Tuxtepec cerró su pequeña tienda de abarrotes y su esposa tuvo que huir de su casa en la región de la Cuenca del Papaloapan.

Trinidad llevaba años pensando en que llegaría a los 60 años y no tenía dinero para jubilarse. Pensaba en Ciudad Juárez como una tierra inhóspita, llena de fábricas y torres gigantes. No conocía nada del desierto, había oído de cárteles del narco con nombres famosos peleándose esas tierras del norte. Un fantasma que creía lejano de su comunidad pero arribó a su puerta en 2016, cuando grupos criminales locales le pidieron cobro de piso durante seis meses como condición para no quemarle el negocio.

Trinidad llegó a la colonia Siglo XXI en 1994, cuando las cosas eran muy diferentes. Su familia fue de las fundadoras de un asentamiento de 28 hectáreas donde hoy viven en condiciones de pobreza alrededor de 4 mil personas. Salió de San Felipe Jalapa de Díaz, un municipio chinanteco localizado a 61 kilómetros en la montaña alta, a invadir las orillas del río Papaloapan, hasta que fueron reubicados en esta colonia.

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¿Por qué se migra?

La pobreza, la marginación, la falta de oportunidades y la violencia han ocasionado un fenómeno social particular: la llegada de habitantes de pueblos originarios de Oaxaca que migran al norte de México ha superado en número a los indígenas nativos. En Ciudad Juárez, por ejemplo, chinantecos y mixtecos ya superan tres veces la cantidad de indígenas nativos de Chihuahua asentados en esta ciudad fronteriza, de acuerdo con datos oficiales.

A pesar de los altos índices de violencia y aunque el desarrollo urbano de Ciudad Juárez no es el óptimo, pues de sus 966 colonias, 403 están sin pavimentar, entre 97.6% y 99.3% de las casas sí cuentan con servicios como drenaje, agua entubada y energía eléctrica, según el Censo Poblacional 2020 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), lo que contrasta con condiciones sociodemográficas de las comunidades indígenas en Oaxaca, las principales expulsoras de migrantes.

En enero de 2017, Trinidad salió de la colonia Siglo XXI, en Tuxtepec, Oaxaca, porque era víctima de extorsión, y se fue a Ciudad Juárez. Foto: Edwin Hernández / El Universal
En enero de 2017, Trinidad salió de la colonia Siglo XXI, en Tuxtepec, Oaxaca, porque era víctima de extorsión, y se fue a Ciudad Juárez. Foto: Edwin Hernández / El Universal

De acuerdo con el informe Así estamos en Juárez 2021, de la asociación civil Plan Estratégico de Juárez, los oaxaqueños migran principalmente para trabajar en 330 industrias manufactureras, maquiladoras y de servicios de exportación, que emplean a 269 mil 955 personas en trabajos operativos. Según esta organización civil, la mayoría de los migrantes se concentran en colonias como Anapra y la Tarahumara, ubicadas entre cerros cercanos al borde fronterizo, desde donde se alcanzan a ver los edificios de El Paso, Texas.

El miedo como motor

“Mi miedo era que mataran a mi esposa, me dejaron recados en la puerta. Tuvimos un problema grande muchos en la colonia, nosotros por eso cerramos la tienda, ya me estaba afectando mi salud. Le dije a mi esposa vete al rancho y yo salí pa’l norte, lo poco que ganaba era para comer, ni modo que se lo diera a esos cabrones”, relata.

Trinidad ahora trabaja en una maquila en Ciudad Juárez. Además de la inseguridad de su municipio de origen, dice que se fue a Chihuahua porque su salud está grave y en las maquilas contratan a personas mayores, de hasta 65 años. Además, les dan Seguro Social, una prestación que nunca tuvo cuando vivía en el norte de Oaxaca y que para él es vital en estos momentos que necesita un seguimiento médico.

“Tengo 53 años y no estoy en Ciudad Juárez por gusto. Mi salario lo utilizo para lo básico, la renta, el agua, la luz, igual que yo hay muchos de mi colonia que nos fuimos porque en Tuxtepec no hay trabajo y llegó mucha gente mala en los últimos años”, cuenta.

La silenciosa llegada oaxaqueña

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Chihuahua es un estado fronterizo donde no es novedad la existencia de habitantes nativos de pueblos originarios y los que mayor presencia tienen en este territorio desértico son los rarámuris y el ódami o tepehuano. En total, según cifras de la Secretaría de los Pueblos y Comunidades Indígenas estatal, en la entidad tienen presencia 56 pueblos indígenas, incluidos los de origen oaxaqueño como el mixteco, que prefiere denominarse ñu’u savi, que se ubica en el tercer lugar, y el chinanteco, que se encuentra en la séptima posición.

El panorama es distinto en Ciudad Juárez, centro urbano donde tienen presencia más de 20 mil personas indígenas, pero donde se registra en primera posición al pueblo chinanteco con 4 mil 400 personas; le sigue el náhuatl con 2 mil 414; el mixteco, con mil 557 y el rarámuri, con mil 445. En esta frontera no se registra presencia de otros pueblos originarios de Chihuahua como pimas, tepehuanes ni warojíos.

Que la presencia de indígenas oaxaqueños en Juárez haya superado a los nativos se explica dado que cuando éstos migran hasta la frontera norte, regularmente no tienen la intención de cruzar hacia Estados Unidos, sino de llegar a esta ciudad poblada de maquiladoras a destajo, que consideran como “una tierra de oportunidades”, pero que, sobre todo, les permite y da mayor facilidad para regresar a sus comunidades de origen para cumplir con las tareas y obligaciones de sus Sistemas Normativos Indígenas.

Según Ana Margarita Alvarado Juárez, especialista en dinámicas y efectos de la movilidad humana, remesas y doctora del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca (IISUABJO), los oaxaqueños migran específicamente a Juárez por “la existencia de elevadas tasas de marginación y pobreza; la presencia de la actividad rural con un importante deterioro, la falta de empleos bien remunerados, aunado al analfabetismo de la población y las redes sociales y familiares que impulsan los movimientos poblacionales”.

El representante de la Secretaría de los Pueblos y Comunidades Indígenas del gobierno estatal (anteriormente la Coepi), Fernando Mota Allen, agrega que quienes arriban a esta frontera lo hacen gracias al apoyo de familiares que ya habitan en Ciudad Juárez y en busca de oportunidades laborales.

Desplazamiento

Trinidad es un hombre desconfiado que no sabe que forma parte de los miles de chinantecos que llevan años sufriendo desplazamiento forzado interno por la pobreza y la violencia en un municipio oaxaqueño como el de Tuxtepec, que entre 2017 y 2019 fue considerado uno de los 50 más violentos del país y el más violento de Oaxaca, con un promedio de 500 asesinatos en vía pública por año, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Sobre los pueblos indígenas que llegan del sur del país, como los de Oaxaca, y que viven dispersos en Ciudad Juárez con distintas formas de organización, José de Jesús Vargas Campos, quien ha acompañado al pueblo rarámuri desde hace 25 años y fue representante de la Comisión Estatal para los Pueblos Indígenas (Coepi), explica que en esta frontera los pueblos indígenas se respetan y aunque no ha habido mucha amistad entre la comunidad rarámuri y los pueblos de Oaxaca, se han comenzado a organizar desde hace al menos siete años.

Este es un trabajo en colaboración con el Consorcio para Apoyar el Periodismo Independiente en la Región.

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