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Chilpancingo, Guerrero
Silvestre, un jornalero de la comunidad de Zoquiapa, Tixtla, murió en el autobús cuando regresaba de Guasave, Sinaloa, donde trabajó en el corte de tomate, arándano y chile desde diciembre de 2019. Era el 31 de mayo. El autobús en el que viajaban Silvestre y otros 44 jornaleros —entre ellos 15 menores de edad— fue detenido por un convoy de la Guardia Nacional y la Policía Estatal, en la salida del libramiento Tixtla-Chilpancingo.
Alguien avisó a las autoridades que en ese autobús iba una persona muerta.
El último viaje
Casi desde que salió de Sinaloa, Silvestre se sintió mal. Comenzó con un dolor intenso de piernas, luego tos seca, fiebre y después complicaciones al respirar.
El camión cruzaba la Ciudad de México, estaban a cuatro horas de distancia de Tixtla, Guerrero, cuando los demás pasajeros notaron que Silvestre ya no respiraba. Silvestre estaba muerto.
Ese 31 de mayo lo sepultaron de inmediato y a los otros 44 jornaleros los confinaron en el albergue Casa del Niño Indígena, en la comunidad de Zoquiapa, para cumplir con la cuarentena.
Sin embargo, ocho días después la Secretaría de Salud confirmó que el examen que le practicaron al cadáver de Silvestre dio positivo al Covid-19.
Hasta el momento ninguna de las 44 personas que viajaron con Silvestre han presentado síntomas de coronavuris; no obstante, todas continúan confinadas, pero ahora en sus casas.
Migran más agricultores
En tiempos de pandemia, el movimiento migratorio de los jornaleros agrícolas en Guerrero ha aumentado por la falta de trabajo y de clases escolares.
Alejandro Morales, médico de la Unidad de Servicios Integrales (USI), la sede del Concejo de Jornaleros Agrícolas de La Montaña, ha detectado que pese a que no es temporada, la migración se triplicó y fue similar a la que se presenta en diciembre y enero, cuando la mayoría de jornaleros salen a trabajar a distintos estados del país.
El Concejo de Jornaleros Agrícolas de La Montaña había registrado hasta mayo la salida de unas 2 mil 268 personas a los estados de Chihuahua, Baja California, Zacatecas, Sinaloa, Michoacán, Sonora y Guanajuato. Mil 108 son mujeres y otros mil 160, hombres; de esa cifra, 31% son niños y niñas de entre seis y 12 años.
La mayoría de los jornaleros están saliendo de Cochoapa El Grande, Metlatónoc y Tlapa, municipios donde predomina la población indígena y la pobreza.
El Centro de Defensa de los Derechos Humanos de La Montaña, Tlachinollan, documentó el caso de Guadalupe, una mujer me’phaa que regresó hace unos meses a su pueblo, Santa María Tonaya, en Tlapa, pero se volvió a ir de jornalera a Zacatecas.
Guadalupe se fue embarazada. En el viaje a Fresnillo tuvo complicaciones. La internaron en un hospital, la operaron y nació su tercer hijo. Cuando estaba en recuperación, le inició una tos intensa y le realizaron la prueba de Covid-19, dio positivo.
“Hasta el momento desconocemos si sus dos pequeños niños, su esposo y sus suegros, con los que viajó en un autobús de Tlapa al campo Río Florido, en Zacatecas, estén también contagiados. Es de gran preocupación esta situación de alta vulnerabilidad que enfrentan las familias jornaleras, que ante la amenaza del hambre ahora está el gran riesgo del contagio por el coronavirus”, escribió Tlachinollan.
Morales, el médico de la USI, explica que en estos momentos los jornaleros están saliendo por su cuenta, sin las medidas sanitarias adecuadas.
El médico ha calculado que desde abril, cuando se supone que terminó la anterior temporada, están saliendo entre cinco y seis autobuses de líneas comerciales que ofrecen a los jornaleros rutas que comienzan en Michoacán, pasan por Jalisco, Nayarit, Sinaloa, Durango y terminan en la península de Baja California.
Algunos jornaleros están yéndose a campos agrícolas de empresas grandes, donde los someten a cuarentena y no reciben a mujeres embarazadas, personas con diabetes, con hipertensión ni mayores de 60 años, detalla Morales.
Otros, buscan campos donde las medidas sanitarias son menos estrictas.
“Muchos jornaleros ocultan información para que los acepten en los campos, apenas regresaron a un joven de unos 25 años porque le detectaron diabetes; el problema es que muchos no saben que están enfermos”, dice.
El doctor Morales explica que el riesgo mayor para los jornaleros está en el camino. Unos hacen recorridos de hasta tres días, en los que van parando de forma continua para ir al baño o para comer.
“En esas bajadas corren el riesgo de contagiarse, porque no van bien protegidos, les dan un cubrebocas para todo el camino”, comenta el médico.
Morales ha detectado algo más en esta atípica migración: muchos de los jornaleros son niños y adolescentes que por no tener clases se están saliendo de sus comunidades.
Es una población que desafía al coronavirus y da prioridad al trabajo.